domingo, 1 de junio de 2014

La Proposición: Capítulo 19

CAPÍTULO 19



Lali vio cómo su forma gloriosamente desnuda pasó al baño y encendió el agua. Un escalofrío de expectación se apoderó de ella al pensar en sexo con él de nuevo. El calor llenó sus mejillas y se deslizó por su cuello por lo que había dicho y hecho. Pero a él le había gustado, así que eso era todo lo que importaba. El tiempo pareció marchar desesperadamente lento, mientras esperaba para levantarse. Se preguntó si no habría nada de agua caliente dejada para ella. Finalmente, apartó las colchas y se apresuró hacia el baño. Vapor la envolvió cuando entró, y oyó a Peter tararear.

Abrió la puerta de cristal de la ducha y se metió dentro.

―Guau, esta ducha es enorme ―comentó.

―La suite nupcial, ¿recuerdas? Ellos esperan que las parejas estén aquí juntos por largos períodos de tiempo.

―Supongo que sí ―respondió.

Él le dio extendió algún gel de baño. Ella roció algo sobre su mano y empezó a hacer espuma cuando sintió las manos de Peter en su cintura. Cuando empezó a tirar de ella contra él, retrocedió. Ante su expresión de desconcierto, ella sonrió dulcemente.

―Creo que dijiste que era sobre mí la primera vez. ―Ella se agachó para agarrar su longitud―. Esta vez se trata de ti.

Peter sonrió.

―Si usted lo dice, señora.

Su mano, manchada con jabón, se deslizó hacia arriba y hacia abajo, trabajándolo en un estado de roca. Él dio un gruñido de placer cuando su otra mano se extendió entre ellos hasta sus bolas, masajeándolas suavemente.
―Hmm, muy buena técnica para una chica que dice que no tiene mucha experiencia.

―Oh, pero yo solo acabo de empezar, Sr. Lanzani.

―Cristo ―murmuró Peter cuando ella cayó de rodillas. Pasó las manos por sus muslos, lavando el jabón. Cuando estuvo completamente enjuagado, presionó sus piernas para separarlas. Agarrándose de él, lamió un camino desde su ombligo hasta su base. El agua caía en cascada sobre su espalda mientras ella le lamía la punta. Arremolinó su lengua burlonamente alrededor de él, haciendo gemir a Peter―. Me estás matando.

Su respiración se detuvo cuando ella lo llevó dentro de su boca. Tirando de él dentro y fuera, mantuvo su mano trabajando con firmeza también. Una leve sensación de orgullo la llenó cuando cerró los ojos y se golpeó la cabeza contra las baldosas. Sus manos fueron a su cabello, y retorció los dedos a través de los largos mechones mientras ella subía y bajaba sobre él. Cuando comenzó a sentir como si se estuviera acercando, Peter la apartó suavemente.

―No lo quiero desperdiciar, nena ―respondió, cuando ella lo miró.

Peter la agarró por los hombros y la levantó del suelo. Girando alrededor, la empujó contra las baldosas. Le sonrió mientras enganchaba una de sus piernas por encima de su cadera y se apretaba en su interior.

―Ya me tuviste así que trabajaré con empeño en la segunda ronda, puede ser un poco más corta de lo previsto.

―Eso está bien ―jadeó. Ella envolvió sus brazos apretados alrededor de su cuello, presionando sus ruborizados pechos contra su pecho. El aguasuccionándolos juntos mientras él se empezaba a mover. Después de que varias embestidas profundas causaron que gritara, Peter la miró a los ojos.

―No te estoy haciendo daño, ¿verdad?

―No, eres bueno.

―¿Solo bueno? ―Se burló él.

Ella sonrió.
―Genial, maravilloso, magnífico. ¡Oh Dios! ¡Oh Dios!

Él se echó a reír.

―Eres una listilla. ―Él incremento el paso, provocando gemidos de ambos. Justo cuando Emma se estaba acercando, Peter la agarró el culo y le subió su otra pierna del suelo, empalándola en él. Ella jadeó de placer cuando él la embistió de espaldas contra la pared de la ducha.

―Apriétame duro ―instruyó. Ella envolvió sus piernas apretadas alrededor de él, llevándolo más profundo cuando lo hizo―. Oh Dios, sí ―gimió él contra su clavícula.

Peter se movió frenéticamente contra ella. Su espalda ardiendo de ser golpeada contra la pared de la ducha con sus embestidas, pero todo lo demás se sentía demasiado bueno para quejarse. En cambio, jadeaba contra su oído, gritando su nombre cuando el orgasmo la atravesó. Justo cuando ella se apretó alrededor de él, se acercó, sujetándola con fuerza contra la pared.

―Maldición ―murmuró. Volvió la cabeza para sonreírle―. Sí, bastante bien, señora Espósito.

Ella se echó a reír.

―Gracias, señor Lanzani. ¿Crees que podrías dejarme bajar ahora? Voy a tener raspaduras de las baldosas.

Sus ojos se abrieron.

―Mierda, lo siento.

―Está bien.

Cuando ella estuvo de vuelta en sus pies, sus piernas parecían de goma como si no pudieran sostenerla. Su posición no estaba en realidad en la lista de “que hacer” para concebir, así que sabía que tenía que volver a la cama.

―Mejor voy a acostarme.

―Por los chicos ―reflexionó él con una sonrisa.
―Sí, por los chicos.

Después de agarrar una toalla, tropezó fuera de la ducha y se tambaleó en el dormitorio. Secándose rápidamente, Lali agarró el camisón que había guardado en su bolso y se lo deslizó por la cabeza. Un vistazo al reloj en la mesilla de noche mostró que era después de la medianoche. Bostezó y se preguntó cómo iba a levantarse en la mañana para el trabajo. Regresando a las sábanas, se metió en la cama.

Peter salió del cuarto de baño, una toalla envuelta alrededor de su cintura. Tímidamente, agarró la sábana a su alrededor.

―¿Te desgasté? ―preguntó, con una sonrisa.

Una tímida sonrisa curvó sus labios
.

―Un poco ―respondió. No se atrevía a alejar su mirada cuando él dejó caer la toalla y se deslizó en su ropa interior. Pero entonces su corazón se hundió cuando empezó a alcanzar sus pantalones―. ¿No te quedas?

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