CAPÍTULO 32
—No lo sé. Supongo que te veía viviendo en un edificio de apartamentos
elegantes y de moda en un alegre piso de soltero.
—Bueno, si quieres saber la verdad, yo solía vivir en, como dices, un
edificio de apartamentos elegante y de moda, en el centro. Pero entonces mi
hermana, Rochi, que es un agente de bienes raíces, me convenció de que tenía
que dejar de tirar el dinero alquilando y hacer una inversión en una propiedad.
De alguna manera suave me convenció de comprar en el barrio de nuestra otra
hermana, Euge. —Él la miró y sonrió—. Creo que fue más la pretensión
de ellas de ser capaces de mantener control sobre mí, pero se nivela porque
tengo un montón de comida gratis. —Señaló a la izquierda a una enorme casa
colonial de dos pisos con un porche frontal rodeándola—. Esa es la de Euge.
—Es hermosa.
—Gracias —respondió Aidan, dando otra vuelta—. Necesita una casa
grande para mantener dentro a los monstruos.
—¿Monstruos?
—Mis tres sobrinos.
Lali se rio.
—Ya veo.
Peter se metió en el camino de entrada de una casa de ladrillo de dos
pisos con columnas blancas. La mandíbula de Lali cayó por la forma en que la
casaparecía no típicamente de Peter. Lo único que faltaba era una cerca blanca
con juguetes desparramados, y él se vería como un esposo y padre suburbano
regular. Después de que Lali bajó del auto, salió del garaje y abrió mucho los
ojos a la vista de hierba verde esmeralda y flores multicolores.
—Guau, ¿hiciste todo esto? —preguntó, señalando el césped
impecablemente conservado.
Peter soltó un bufido.
—Oh Dios, no. No puedo cultivar nada, aparte de un poco de moho en mi
refrigerador. Mi papá es el que tiene la habilidad para la jardinería. No solo
eso, sino que se ha retirado, por lo que es su misión en la vida hacer el
trabajo de jardín para sus hijos.
—Eso es realmente dulce de su parte. —Siguió a Peter hasta subir los
escalones del porche y dentro de la casa. Él marcó el código de la alarma
cuando empezó a sonar. Ella trató de no mostrar su sorpresa cuando se fijó en
el amplio piso abierto de la sala de estar. Ventanas de piso a techo bañaban la
sala de luz y altas vigas de madera atravesaban sobre el techo. Teniendo en
cuenta lo que ella había pensado de él en primer lugar, esperaba muebles que
fueran funcionales, modernos, pero fríos. Nada como el tibio sillón acolchado y
asiento para dos o la colcha antigua sobre un sofá—. ¿Tuviste un decorador?
—preguntó mientras pasaba detrás de él hacia la cocina.
—No, lo hice todo yo mismo. Bueno, mis hermanas ayudaron, por
supuesto. Ellas se encargan de estropearme en todas las áreas domésticas. —Él
se dio la vuelta y contempló su expresión—. ¿Así que te gusta?
—¿Gustarme? Lo amo. Has ido más allá de
simplemente invertir en algún propiedad. Este es un hogar del que cualquiera
estaría orgulloso.
Una lenta sonrisa se esparció en su rostro.
—Gracias. Viniendo de alguien como tú, eso significa mucho.
—¿Alguien como yo?
CONTINUARÁ...