martes, 26 de agosto de 2014

La Proposición: Capítulo 27

CAPÍTULO 27


DOS SEMANAS DESPUÉS

Lali trató con cada fibra de su ser, no ver por centésima vez la fecha encerrada enrojo en el calendario sobre su escritorio. Su período estaba retrasado… dos días, dos noches en vela, diecisiete horas y cincuenta y dos minutos tarde para ser precisos. Ya que siempre había sido tan precisa como un reloj, sus crispados nervios estaban trabajando a toda marcha. Seguro, era físicamente posible para ser la primera vez que hubiera sucedido el milagro. ¿Pero también era posible que su cuerpo estuviera tan listo para ser madre y Peter era tal dios del sexo que experimentó un éxito inmediato?

Si la notoria fecha encerrada no era suficiente para enviarla sobre el borde, siempre habría un corazón encerrado de ese día. Se preguntó por qué sentía la necesidad de marcarlo cuando no había manera posible de que pudiera olvidar eso tan importante. Había sido tatuado y marcado en su corazón y alma.

Hoy era el segundo aniversario de la muerte de su madre.

Justo cuando las lágrimas de angustia picaron sus ojos, Candela asomó la cabeza por la puerta.

—Vamos chica. Te voy a llevar a comer.

Lali sonrió. No se molestó en ocultar el hecho de que había estado llorando. Candela también sabía la importancia del día. El año pasado, había saturado a Lali con alcohol, chocolate y luego se quedó a dormir, sosteniéndola en la cama mientras lloraba incontrolablemente.

—Esa muy dulce de tu parte ofrecerte, pero en verdad, no me importa quedarme aquí.

—¿Y qué clase de mejor amiga sería si te dejo aquí sola precisamente en éste día?

—¿La del tipo que reconoce cómo estoy apagada emocionalmente durante los tiempos de crisis y me alejo de la familia y amigos? —preguntó esperanzada Lali.
Candela resopló.

—No, no va a suceder. Tú necesitas una margarita sin fondo, algo de comida que engorde y un postre goteando chocolate y calorías. Y yo voy a tener el inmenso placer de suministrártelos.

Lali sabía que era inútil discutir con Cande. Además, en verdad quería salir de la oficina y tratar de despejar su mente por un rato. Así que se levantó de su silla y sonrió.

—Bien entonces. Si tú pagas, ¡entonces voy a comer, beber y a divertirme!

—Esa es mi chica.

Mientras comenzaban a bajar en el ascensor, Cande preguntó:

—No te importa si Vico se une a nosotras, ¿verdad?

—Por supuesto que no. No he conseguido verlo desde hace tiempo.

—Ya somos dos. Uf, creo que voy a tener que empezar a fugarme al hospital en mi hora de almuerzo para un rapidito.

Lali puso los ojos en blanco.

—Eres terrible.

Cuando llegaron al restaurante, Vico ya tenía un puesto reservado para ellas. Se levantó del asiento para abrazar a Lali.

—¿Cómo lo estás llevando, Lalita Lou? —preguntó. Ella luchó contra el impulso de sonreír al escuchar en labios de Vico, el apodo de la infancia que le
puso su abuelo. Era uno con el que a Agustín le encantaba bromear, y cuando Nate lo había escuchado, pensó que era divertido y automáticamente lo adoptó.

Afortunadamente, Lali sabía que su pregunta estaba relacionada con el aniversario de su madre, y no con su período retrasado.

—Estoy soportándolo. Algunos días son mejores que otros.
Él asintió y le acarició la espalda. Mientras retomaba su asiento, Cande le dio un codazo a Lali para que se sentara a un lado de él. Sabía que Candela no quería que ella se sentara sola.
—No, no, ustedes casi no se ven —protestó Lali.

—Es mejor así. Puedo mirar los ojos de Vico sentada frente a él.

—Por encima de todo, eso evitara que abuse de mí por debajo de la mesa—replicó Vico, con un guiño.

Lali sonrió y se deslizó a su lado. Candela se sentó frente a ellos.

Después de que la mesera se fuera con sus pedidos de bebidas, un agudo dolor se apoderó del abdomen de Lali, y agarró el menú con más fuerza.

Candela inmediatamente captó su angustia.

—¿Qué pasa?



CONTINUARÁ... 

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