CAPÍTULO 26
Peter contuvo el aliento cuando ella le dio una vista del encaje a la
altura de sus muslos.
—Maldita sea, esas son sexys —murmuró.
Después de que se quitó sus bragas, Lali bajó un poco su falda y se
acercó a él. A ella le habría encantado abofetear esa sonrisa fuera de su
hermoso rostro. El
brillo divertido en sus ojos verdes le dijo que estaba disfrutando
demasiado de su vergüenza. Con más fuerza de la necesaria, le separó las
piernas con una de sus rodillas. Después se inclinó sobre él, llevando sus
dedos al cinturón. Su erección ya estaba abultada en los pantalones. Luego de
bajarle rápidamente la cremallera, comenzó a moverse de arriba y hacia abajo
sobre su regazo.
—¿Qué, sin juegos previos? —preguntó Peter con su voz vibrante de humor.
Ella frunció el ceño.
—Esto no se trata de tener sexo. Se trata de conseguir lo que yo
quiero —le respondió deslizando su mano en su ropa interior para poder
sujetarlo con los
dedos.
—Lo siento, nena. Si no tengo sexo, no conseguirás lo que quieres.
Rodando los ojos, ella guió su erección entre sus muslos. Mientras se deslizaba
lenta y deliciosamente a lo largo de él, Peter gimió y llevó sus labios a su
cuello. Una vez que estuvo completamente dentro de ella, lamió un sendero húmedo
hasta su oreja y le succionó el lóbulo.
—Alguien está tan mojada, tan lista para mí y sin ni siquiera un
toque. Debo tener algún efecto sobre ti, nena.
Lali pasó los dedos a través de su cabello, tirando de su cabeza para encontrar
su mirada. Con una sonrisa, dijo:
—No te hagas ilusiones. Claramente es biología. Son las hormonas y los
estrógenos, no tú, eso es lo que me tiene así…
Él le agarró fuertemente las caderas, extendiendo sus dedos sobre su
piel.—Dilo.
Ella vaciló antes de susurrar: —Mojada.
Peter gruñó y metió la lengua dentro de su boca. Lali cambió su ritmo
montándolo rápidamente. Sus manos se movieron desde las caderas hasta la
pretina de su falda. Después de que le sacó la blusa, sus decididos dedos se
abrieron paso por la hilera de diminutos botones de perla.
Lali se mordió los labios cuando la mano de él se deslizó dentro de la
copa de encaje de su sostén para acariciar uno de sus pechos. Mientras su dedo
pulgar le pellizcaba el pezón, no pudo evitar que un gemido se le escapara de
los labios. Se odió aún más cuando Peter le sonrió triunfalmente. Estaba
empeñado en que ella lo querría para algo más que solo procrear, y le molestó
que hubiera sucumbido ante él. La ira la impulsó a moverse más fuerte contra
él, con la esperanza de que acabara más rápido.
Pero Peter lo debió haber previsto. Él agarró ambos lados de sus
nalgas y luego se deslizó hasta el borde de la silla. Lali gritó y envolvió las
piernas alrededor de su cintura para no caerse.
—Espera —dijo Peter. En un rápido movimiento se puso de pie y Lali
sujetándose fuertemente, envió los brazos alrededor de su cuello. Su sonrisa le
calentó la oreja—. Cálmate un poco, nena. Todavía me gustaría respirar.
—Lo siento —gimió ella.
Suavemente la acomodó en el borde de su escritorio, y luego llevó sus
labios hacia los de ella. Besándola con avidez, él la empujó sobre su espalda.
Ella movió sus caderas y una vez más envolvió las piernas alrededor de su
cintura, llevándolo aún más profundo. Ante la sensación, ambos gimieron contra
los labios del otro.
—Joder, Lali —murmuró mientras la penetraba.
Manteniendo un ritmo constante, alejó sus labios de los de ella para
comenzar a besarle el cuello. Su boca reemplazó el lugar donde su mano había
estado antes, lamiendo y chupando su pezón.
Lali cerró los ojos. Su decisión de no sentir nada se desvaneció
mientras jadeaba y se empujaba a sí misma más dentro de su boca. Cuando él se
movió hacia el otro pecho, supo que estaba cerca de correrse.
—Peter —jadeó. Él levantó la cabeza de su pecho para verla mientras se
corría.
—Verte hacer eso me vuelve loco —dijo. Empujó un par de veces más y
después terminó—. ¡Cristo! —gritó.
Permanecieron inmóviles durante unos pocos segundos, ambos,
descendiendo de su compartida culminación. Peter levantó su cabeza y le dio a
Lali una sonrisa perezosa.
—Como de costumbre, eso fue jodidamente impresionante.
—Sí, lo fue —respondió Lali, su respiración todavía iba y venía en
pesados jadeos.
—¿Hay alguna posibilidad de que tu temperatura se eleve nuevamente
hoy?
—No, no lo creo.
—Maldición.
Ella se rio.
—Lo siento.
Peter la besó antes de arreglarse el mismo. Mientras se subía los
pantalones, Lali se bajó del escritorio. Se reajustó el sujetador y luego
deslizó su falda hacia abajo.
—¡Oh, mis bragas! —murmuró mirando alrededor del piso.
—Las tengo —dijo Peter, agachándose junto al escritorio. Él observó el
tanga negro de encaje con capullos de color rosa antes de entregárselo a Lali—.
Lástima que no pude verte en eso.
—Siempre hay una próxima vez —bromeó con una sonrisa.
Él se rio y empezó a meterse la camisa en los pantalones. Lali se deslizó
dentro de sus bragas y luego se alisó el cabello.
—Eh, ¿te importaría si uso tu sofá por un rato?
—¿Por los chicos?
Ella asintió con la cabeza.
—Por supuesto que no. Necesito dirigirme a la reunión de todos modos.
—Así que, ¿te veo el viernes por la noche?
Peter le guiñó el ojo y luego le golpeó el trasero.
—Te veo entonces.
CONTINUARÁ...
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