sábado, 30 de agosto de 2014

La Proposición: Capítulo 31

CAPÍTULO 31


La mente de Lali se reprochaba a sí misma todo el viaje en ascensor de vuelta a su piso. ¡Estás rompiendo todas las reglas yendo a su casa! ¿Recuerdas tú mantra entrar, hacer el asunto, y salir de ello? Estar de acuerdo en dejar que cocine para ti y tratar de consolarte, seguro como el infierno que no es una parte de eso. ¡Te vas a arrepentir de esto! Se había convertido en su propio peor enemigo.

—¡Basta! —gritó justo cuando se abrieron las puertas del ascensor. Las dos mujeres esperando para entrar le dirigieron una mirada extraña. Agachó la cabeza y luego caminó con fuerza a su oficina. Agarró su bolso y cartera, cerró la puerta y luego le puso seguro.

Una vez que llegó a la planta baja, se paseó por el vestíbulo. Justo cuando pensó en rebotar a Peter para preservar su propia salud mental, apareció ante ella.

—Siento haberte hecho esperar.

—Uhm, no, está bien.

Lo siguió por la puerta lateral al estacionamiento techado. Cuando el acceso sin llave en sus manos destelló las luces de un Mercedes convertible negro, dio un bajo silbido.

—Bonito auto, señor Lanzani.

Peter se rio entre dientes.

—Gracias, señorita Espósito.

—Estoy impresionada de ser escoltada con tal estilo.

Él sacudió la cabeza.

—Ahí vas con esa boca de nuevo.

Lali echó el bolso en el piso y luego se deslizó por el asiento de cuero. Además del hecho de que cuesta el doble que su Honda, estaba impecablemente limpio por dentro. No se podían encontrar una migaja o un rastro de polvo, mientras que en su auto un pequeño pueblo podría haber sido alimentado por los restos de comida del desayuno o la cena a la carrera.

—¿Te importa si bajo el descapotable?

—No, por favor. Está hermoso afuera hoy.

Peter apretó un botón en la consola, y el techo comenzó a retraerse. Al salir de la del estacionamiento, Lali metió la mano en su bolso por un clip. Después de tirar su cabello largo hacia atrás, cerró los ojos y dejó que la brisa pasara sobre ella.

—¿No me digas que soy tan aburrido que te me vas a quedar dormida?

Lali se rio.

—Lo siento. Solo estaba descansando los ojos por un minuto.

No estuvieron mucho en la interestatal antes de que Peter agarrara una salida. Cuando él se detuvo en un más antiguo y establecido barrio, Lali se volvió hacia él, sorprendida.

—¿Vives aquí?

Él se rio entre dientes.

—¿Qué se supone que significa eso?


Ella se encogió de hombros.


CONTINUARÁ...

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