jueves, 28 de agosto de 2014

La Proposición: Capítulo 29

CAPÍTULO 29


Peter se empujó para salir del ascensor de su última reunión de la tarde. Con su nuevo ascenso, sus días eran críticos desde el momento en que entraba por la puerta hasta que marcaba su salida. Por suerte, fue solo una media hora hasta que pudo salir.

Se detuvo ante el escritorio de su secretaria.

—¿Algún mensaje, Marilyn?

Sacudió la cabeza.

—Pero hay una Sra. Espósito esperando en su oficina.

La polla de Peter se movió ante la mención de Lali. La última vez que había estado en su despacho habían tenido un increíble rapidito. Seguro como el infierno esperaba que fuera eso por lo que ella había vuelto.

—Gracias.

Se lamió los labios en anticipación y abrió la puerta de su oficina. Cualquier esperanza que tenía de echar un polvo se desvaneció en el momento que vio a
Lali tumbada en su sofá, llorando histéricamente. Su garganta se cerró con horror, y se esforzó por respirar. Había estado acostumbrado a escenas como estas cuando estaba creciendo. Con cuatro hermanas, había visto y oído de todo.

Pero por lo general cuando una tormenta de estrógeno se levantaba por el horizonte, él y su padre esquivaban el infierno escapando al parque o a una pizzería. No importa, el éxito que fuera en los negocios, había una cosa que no
podía manejar: las mujeres emocionales.

Lali miró hacia arriba para verlo de pie en la puerta. Sus ojos se encontraron, y ella se rompió de nuevo.

—Oh mierda —murmuró, pasándose los dedos por el cabello. Vaciló antes de caminar lentamente hacia el sofá. Mientras la miraba, él se echó hacia atrás y adelante balanceándose en sus talones. Por último, sacó uno de sus pañuelos con monogramas de su bolsillo de la chaqueta y se lo entregó a ella—. Lali, ¿qué está mal?

—Acabo de tener mi periodo.

Hizo una mueca.

—Uhm, lo siento. Tengo un poco de Advil sobre mi escritorio por si tienes calambres o algo así.

Se sonó la nariz y lo fulminó con la mirada.

—¿No lo entiendes? Tengo mi periodo, así que no estoy embarazada.

—Oh —murmuró, finalmente, entendiendo su gran descontrol.

—Y sé que quedar embarazada la primera vez era una posibilidad remota y todo eso, pero no puedo dejar de pensar en que, ¿si no puedo quedar embarazada? Quiero decir, que mi ginecóloga dice que estoy sana y capaz, pero, ¿qué si ella se equivoca?

Peter abrió la boca, pero Lali siguió disparando, levantando la voz una octava.

—¿Y si solo tengo este gran bloqueo mental que se convierte en uno físico donde no puedo concebir? ¿Qué pasa si he perdido todos mis años fértiles y ahora solo voy a estar estéril y sola por el resto de mi vida?

Ella se rompió otra vez, su pecho subiendo y bajando de los sollozos que le sacudían con fuerza. Peter se quedó clavado en el suelo, en silencio debatiéndose acerca de girar sobre sus talones y salir corriendo por la puerta. ¿Qué demonios se suponía que iba a hacer con ella así? A regañadientes, se dejó caer a su lado en el sofá. Sin él, incluso ofreciéndose, Lali se arrojó hacia él. Sus mejillas empapadas de lágrimas se presionaron en su cuello mientras su cuerpo temblaba contra él. Él se congeló un instante, y ella podría haber sido consolada por una estatua de mármol.

Se aclaró la garganta y trató de orientarse.

—Shh, está bien. No llores —dijo, acariciándole la espalda. Ése pareció ser el estímulo que Lali necesitaba porque entonces apretó sus brazos alrededor de su cuello. Como no sabía qué demonios más hacer, simplemente la dejó llorar.

Una eternidad pareció pasar antes de que ella se hubiera tranquilizado. Su respiración vino con frustración, y su cuerpo se estremeció.

—¿Estás bien ahora? —le preguntó vacilante.

Lali se apartó ante el sonido de su voz. De repente, una expresión mortificada cruzó su rostro.

—¡Oh Dios, lo siento tanto, tanto! ¡No puedo creer que se me ocurrió venir aquí y perder el control contigo!

—Está bien.

—No, no lo está. ¡Mierda! Cuando vi... cuando me enteré que no estaba embarazada, lo único que podía pensar era en ti. Incluso ignoré la oficina de Candela.—Se estremeció—. ¡Dios, estoy tan avergonzada de que me vieras actuar como tal psicópata! —gimió, enterrando su cabeza en sus manos.

Tratando de aligerar el estado de ánimo, Peter dijo:

—¿Sabes?, me estás dando un complejo aquí.

Lali levantó la cabeza.


—¿Qué?


CONTINUARÁ...

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