Peter tiró la última de sus ropas en la maleta y luego subió la
cremallera. Gruñó de frustración cuando su celular sonó en su bolsillo. Puesto
que ya estaba llegando tarde a recoger a Lali, no necesitaba más
interrupciones. Por suerte, sabía que no le estaba exigiendo saber dónde estaba
porque no era su tono de llamada.
—¿Hola?
Una voz ligeramente ebria retumbó en la otra línea.
—Lanzani, ¿dónde diablos estás hombre? ¡Toda la pandilla está
esperándote en O'Malley’s!
Era su amigo Tincho. Peter había olvidado convenientemente decirles a
él y a los otros chicos del trabajo que no estaría presente en su habitual
reunión del sábado.
—Lo siento amigo, estoy a punto de salir de la ciudad con La.
—¿Estás con Lali de nuevo? —se quejó, por encima del rugido de la
multitud en el fondo.
—Sip, vamos a visitar a su familia en las montañas. Un Baile Campestre
o algo así.
—Jode eso hombre. Te pasas todo el tiempo con ella ahora. Por no
mencionar que tienes un hijo en camino. Puede ser que también te haya crecido
una vagina.
—¡Sí, pasar mucho tiempo con una hermosa y ardiente morocha, si,
realmente me da una vagina! —respondió Peter, con una sonrisa.
Tincho soltó un bufido.
—No tienes idea de las jodidas arenas movedizas que estás pisando.
Claro, parece fácil y divertido ahora, pero solo espera. Lali no es tonta. Está
apretando tu lazo, y tienes la mente demasiada jodida para verlo.
—No vayas diciendo mierdas como esa de Lali — gruñó Peter.
—No soy el único que lo dice, Lanzani. Toda la pandilla está
preocupada por ti. Y no digas que no sabemos de lo que estamos hablando. Tres
de nosotros hemos pasado por divorcios, ¿recuerdas?
Peter movió el teléfono a su otra oreja. No estaba disfrutando la
dirección que la conversación había tomado. No le gustaba el tono de Tincho o
tampoco la verdad potencial en sus palabras.
—Lindo grupo de amigos que tengo hablando a mis espaldas.
—Sí, bueno, solo recuerda mis palabras. Si no sales rápido, te
gustaría habernos escuchado.
—¡Vete a la mierda, Tincho! —gritó Peter antes de colgar. Empujó su
teléfono en su bolsillo. ¿Quién demonios se creía Blake que era? Lali no le
estaba obligando a hacer nada. Ninguna mujer lo había hecho y ninguna lo haría.
Estaba con ella porque estaba disfrutando de lo que tenían. No había nada malo
en ello. Estaba dándole tanto como quería, y ella no estaba forzando su mano a
cualquier otra cosa.
Al pensar en sus amigos bebiendo y tirándole mierda sobre Lali, no
pudo evitar murmurar:
—Idiotas. —Agarró su maleta y le silbó a Beau—. Vamos, chico. Salgamos
al infierno de aquí.
CONTNIUARÁ...
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