Después de colocar casi todos los postres, Peter comenzó a volver a la
mesa con dos platos llenos hasta el borde. Cuando llegó allí, Lali sostenía en
sus brazos a una pequeña bebé mientras estaba charlando con una joven pareja.
—Oh, Peter, estos son mis primos Julieta y Marcos. —Ella echó un
vistazo al bebé en sus brazos y una amplia sonrisa se extendió en su rostro—. Y
esta es mi tocaya, Mariana, Lali.
—Estás bromeando.
Julieta sonrió.
—Bueno, Mariana era el nombre de nuestra bisabuela, pero no podía
imaginar a una persona más dulce después de La, para nombrar a mi bebé.
—Ni yo —respondió Peter, guiñándole un ojo a Lali.
—Vamos, cariño, es mejor ir a buscar un plato antes de que toda la
comida se haya acabado —sugirió Marcos.
Cuando Julieta se acercó por la bebé, Lali negó con la cabeza.
—Puedo cuidarla mientras ustedes comen.
—¿En serio?
—Por supuesto. Será una buena práctica.
Marcos se rio entre dientes.
—Guau, no creo que hayamos tenido una comida sin la bebé en las seis semanas
desde que nació.
—Gracias, La —contestó Julieta.
Peter llegó al lado de Lali cuando Marcos y Julieta se alejaron. Su
apetito parecía haberse evaporado con la presencia de la bebé. Así que empezó a
comer los postres de su plato al mismo tiempo que Lali arrullaba a la bebé.
—¿No es hermosa? —preguntó.
Peter recorrió sus ojos sobre la pequeña envuelta en rosa de pies a
cabeza.
—Es casi tan hermosa como su tocaya.
Lali se echó a reír.
—¿No eres tú el encantador?
Cuando él se sobrecargó con el azúcar, apartó el plato. Lali se
inclinó, sosteniendo a la bebé junto a él.
—¿Quieres sostenerla un momento?
—¿Para que puedas comer?
—No, yo solo pensé que te gustaría estar cerca de una bebecita al
menos una vez. Solo tienes sobrinos más jóvenes.
Peter miró con cautela a Mariana, la beba. Ella era tan pequeña y
frágil en comparación con el grueso vaso de cerveza. Tenía miedo de que la
pudiera romper de alguna manera.
—En serio, La, yo no sé nada acerca de las niñas.
—Y tenemos la misma probabilidad de poder tener una niña. —Entonces le
entregó a la beba. A regañadientes, la acomodó en el hueco de su brazo. Sus ojos
se abrieron, y ella lo miró a los ojos. Su rostro comenzó a arrugarse, y
parecía que de un momento a otro iba a gritar.
—¡Mierda! ¡La he molestado! —gimió Peter.
Lali se echó a reír.
—No, no lo has hecho. Solo mécela un poco y ponle su chupete.
Peter buscó a tientas en el babero donde se conectaba con el chupete. Cuando
la beba abrió la boca para gritar, él se lo metió. Inmediatamente, ella empezó
a chuparlo y se calmó. Él balanceó sus brazos de un lado al otro, y en pocos minutos,
sus ojos se volvieron pesados. Cuando estuvo dormida, Peter miró a Lali. No
podía luchar contra la sonrisa de orgullo que se extendió en su rostro.
—Eres innato —respondió Lali.
—Yo no sé nada acerca de eso.
Marcos y Julieta volvieron a la mesa con su comida.
—Me alegro por ti, amigo. Ya sabes, preparándote para el futuro —dijo Marcos,
señalando a la beba en los brazos de Peter —. Yo casi no había estado cerca de
un niño antes de tener al mío.
—Bueno, tengo la suerte de tener un montón de sobrinas y sobrinos.
—Movió a la beba en sus brazos—. Y por ellos, sé tanto sobre pañales sucios que
estoy muy seguro de que el de ella está empapado.
Marcos se quejó.
—Fabuloso.
Lali se levantó de su silla.
—No, no. Iré a cambiarla. — Peter le dio felizmente a la bebé antes de
mirar hacia abajo para ver si también estaba mojado. Julieta le entregó a Lali
el bolso de pañales con una sonrisa.
—Eres la mejor, prima.
—No hay problema.
Mientras Peter veía a Lali irse, una penetrante sonrisa resonó en su oído.
—Oye, guapo, soy Maria ¿Quieres bailar?
Me encanto .. segui
ResponderEliminarmasssss
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