A regañadientes Peter soltó la mano de Lali. Francamente, quería ser
un perfecto marica y correr tras ella. La última cosa en el mundo que quería
era quedarse con el viejo. Se movió incómodamente sobre sus pies, limpiando la
capa de sudor de su cara con el dorso de la mano. Félix escupió un chorro de
jugo de tabaco.
—¿Así que planeas mantenerte alrededor después de que el bebé haya
nacido?
—Sí, señor.
—¿Vas a ayudar durante su crecimiento?
—Bueno, todavía no hemos hablado realmente sobre todo eso. —Como la
expresión de Félix se oscureció aún más, Peter rápidamente respondió—: pero voy
a intentarlo. Soy honesto.
Los ojos de Félix se estrecharon.
—¿Qué hay de casarte con ella?
Peter sintió como si le hubieran dado una patada en las bolas. Luchó
para recuperar el aliento. Mierda, si contesto mal esta pregunta, este
tipo en serio va a matarme. Su boca volvió seca, y pasó su
lengua por los labios. ¿Es cada vez más oscuro aquí, o me voy a
desmayar?
—Hijo, no respondiste mi pregunta. ¿Vas a casarte con mi Lalita Lou o
no?
—¡Abuelito! —chilló Lali, sus ojos muy abiertos por el horror. Peter
jadeó con alivio de que momentáneamente estuviera saliéndose con la suya.
—¿Qué querida? Es una pregunta honesta.
Lali se ruborizó desde sus mejillas hasta el cuello. Incluso sus hombros
desnudos se tiñeron de rojo.
—No, no lo es. Peter y yo estamos cómodos con el acuerdo que tenemos.
Si nos ponemos de acuerdo para cambiar algo, te lo haremos saber, pero hasta
entonces, no queremos sentir ningún tipo de presión, ¿de acuerdo? —Cuando su
mirada vaciló hacia Peter para ver si estaba bien con su respuesta, él asintió.
Félix besó la parte superior de la cabeza de Lali.
—Bien, niña. No lo mencionaré de nuevo. —Le dio una última ardiente
mirada de disgusto a Peter antes de alejarse.
—Solo está jugando contigo —dijo Lali. Al ver que no respondía, ella
se acercó y frotó su brazo—. Realmente no tienes miedo de él, ¿verdad?
Se volvió para mirar a Félix. Rodeado por cuatro de sus nietos, se
sentó a tallar un palo. La larga hoja de su cuchillo brillaba a la luz del sol
provocando que Peter se estremeciera.
—¡Diablos, sí, lo tengo! Sé que parece tu dulce abuelito, pero el
hombre podría terminar conmigo si quisiera, probablemente con sus propias
manos. Y estoy seguro de que a tus tíos y primos no les importaría ayudar a que
me entierren en una tumba poco profunda. Las comisuras de los labios de Emma se
torcieron.
—¿Lo dices en serio?
Él soltó un bufido.
—Francamente, tengo un poco de miedo de ir a dormir esta noche por
temor a que va a entrar en la habitación y cortar mi pene por dejarte
embarazada.
—Ahora, ¿eso sería una trágica pérdida?
—Oh, sí, lo sería.
Lali se rio.
—No se trata solo de que yo sea la hija de su única hija o su pequeña
nieta, él no es el típico abuelo/paternal que me protege del Lobo Feroz mejor
conocidos como “hombres que roban mi virtud” —Su expresión divertida se
oscureció—. Está tomando mi embarazo un poco más duro que abuelita porque él
está pasado de moda. Siendo diácono de su iglesia, él nunca va a ser capaz de aceptar
que voy a traer un hijo “bastardo”, por así decirlo, al mundo.
Peter respiró fuerte y entrecerró los ojos.
—¿Él realmente te dijo eso?
—No en esos términos exactos, pero sí.
—Esa es una estúpida manera de pensar acerca de su bisnieto.
—Sí, bueno, tu padre se sentía de la misma manera. ¿Recuerdas que
quería darle al bebé su nombre?
—Eso es verdad —cedió Peter.
El repiqueteo de una campana los interrumpió. Peter se dio la vuelta
para ver a Virginia sosteniendo un viejo cencerro. Ella sonrió.
—¡Todo el mundo! ¡Hora de la cena! —gritó, haciendo un gesto hacia el
granero.
—¿Tienes hambre? —preguntó Lali.
—Estoy hambriento. —Él sonrió y pasó el brazo por encima de su
hombro—. Esta tarde trabajé bastante sobre el apetito.
Su boca se
abrió antes de que ella le diera un codazo en el estómago.
—¡Eres
terrible!
—Sabes que me amas —bromeó.
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