Cuando Beau la vio llegar por la entrada, empezó a ladrar y a mover la
cola. Tenía la cabeza fuera de la ventana del asiento trasero mientras ella se
acercaba al auto.
—¿Me extrañaste, dulzura? —Él se presionó contra la puerta y emitió un
gran gimoteo—. ¡Oh, yo también te extrañé! —Ella le lanzó una mirada de
disgusto
a Peter por encima del hombro—. ¡No deberías haberlo dejado dentro del
auto
por tanto tiempo!
—Todas las ventanas están abiertas. —Hizo un gesto hacia el cuerpo de
Beau contoneándose—. Míralo. Está perfectamente bien.
—Supongo que sí —murmuró Lali, rascando detrás de las orejas de Beau.
—Lo mimas demasiado —reflexionó Peter, lanzando la maleta de ella al
asiento trasero.
—No lo hago.
—¿En serio? Cada vez que entro por la puerta, comienza a buscarte. Él
apenas se da cuenta de mí ahora. Por no mencionar, que espera tumbarse sobre el
sofá y comer las sobras de mi comida.
Ella se sonrojó.
—Ups. —Tan pronto como Lali se deslizó a través del asiento, Beau se
inclinó sobre la cabecera para lamer su mejilla—. ¿Estás listo para quitar el
polvo de la iudad de tu pelaje?
—preguntó Lali, palmeando la cabeza del labrador. Él
movió la cola y la lamió de nuevo—. Sí, creo que está listo.
Peter gruñó mientras salía del camino.
—Una vez que vea todos esos espacios abiertos, puede que no quiera
volver nunca.
Después de que tomó la salida 75 Norte, comenzaron su peregrinaje
fuera de la ciudad. El fondo urbano se desvaneció en una mancha borrosa de
árboles y pastizales. Cuanto más se acercaban a las montañas, el aire se volvía
más fresco
girando alrededor de ellos.
Una punzada de nostalgia reverberó a través de Lali mientras conducían
por los caminos familiares. Había pasado toda su infancia en las montañas hasta
que se había ido a la universidad en Atlanta. Había una gran parte de ella que
anhelaba regresar, especialmente cuando se trataba de criar al bebé.
Cuando se acercaban a la propiedad de sus abuelos, se inclinó hacia
adelante en su asiento.
—Está bien, vas a girar a la derecha en el buzón negro.
Sorprendido, Peter se giró hacia ella.
—¿Sobre ese camino de grava?
—Sí.
Después de que pasaron alrededor de un par de curvas, llegaron a un
campo abierto. Sobre la colina estaba la casa de su abuelo y el granero. Peter
se giró hacia ella con los ojos muy abiertos al ver la multitud de autos y
personas arremolinándose alrededor.
—¿Toda esta es tu familia?
Ella asintió con la cabeza.
—Por lo general, son alrededor de cincuenta personas o más. En el
momento en que el baile campestre comience esta noche, serán cerca de cien.
—Miró la expresión escéptica en su rostro—. ¿Estás seguro de que estás en esto?
—Por supuesto, todo estará bien, siempre y cuando nadie quiera patearme
el trasero por dejarte embarazada.
Lali se echó a reír.
—La mayor parte de mi familia está bien con el embarazo. Sin embargo,
mi abuelo y algunos de mis tíos te pueden hacer pasar un mal rato. —Vaciló
antes
de dejar caer una bomba sobre él—. Eh, ya que no estamos casados, no
pienses en que compartiremos una habitación esta noche.
—¿Disculpa?
Lali hizo una mueca.
—Mis abuelos son muy anticuados. No aprobarán que durmamos en la misma
cama si no estamos casados.
—¿A pesar de que estás embarazada de mi hijo?
—Sí.
Exhaló ruidosamente.
—Fue bueno que consiguiera algo antes de irnos. Habría sido un largo,
largo fin de semana. —Se rio cuando ella golpeó juguetonamente su brazo con indignación.
—Vamos. Vamos a enfrentar al pelotón de fusilamiento —dijo Lali con una
sonrisa.
—Fabuloso —gruñó Peter mientras salía del auto. Sujetó la correa del collar
de Beau y dejó que el contoneante labrador saliera del asiento trasero.
Los deliciosos aromas llenaron las fosas nasales de Lali, y su
estómago gruñó. Estaba tan agradecida de que sus náuseas hubieran pasado porque
no deseaba nada más que un poco del estofado Brunswick de su abuela.
CONTINUARÁ...
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