Cuando ella se tensó un poco, sabía que había dicho algo incorrecto.
Sus palabras tenían una connotación diferente a la que él pretendía.
Rápidamente, se intentó recuperar.
—Quiero decir, cómo no vas a amar a un tonto pervertido que siempre
está buscando una insinuación sexual ¿no?
—Exactamente —respondió ella, con una sonrisa.
Peter no podía evitar que mandíbula cayera cuando llegaron al establo.
El aspecto rústico exterior era bastante engañoso cuando se trataba de la parte
interior. Todos los establos habían sido quitados para dejar una habitación
gigante. Había diez o veinte mesas redondas acomodadas con sillas plegables. En
el centro de la habitación, un pequeño escenario de madera se levantaba del
suelo, donde varios chicos afinaban sus instrumentos.
—Bastante bien, ¿eh? —preguntó Lali.
—No tenía idea de que ustedes lo tomaran tan seriamente.
—Sí. Incluso también hay una pequeña cocina en la parte trasera —Ella
se rio de lo que él suponía eran sus expresiones de desconcierto—. Con la
extensa gran familia que tengo, necesitábamos un lugar donde todos pudiéramos
estar juntos.
—Jesús, yo no creo siquiera conocer a tanta gente, y mucho menos estar
emparentado con ellos —reflexionó, mientras lo conducía hacia la mesa de la comida.
—Confía en mí, para el final de la noche, te van a considerar de la
familia. Me gusta pensar que nosotros somos como la familia en Mi Gran Boda Griega, excepto que somos del sur.
Peter no estaba seguro de si eso era realmente una cosa tan mala. Todo
el mundo había sido tan acogedor y amable con él, incluso siendo técnicamente
el imbécil que había embarazado a Lali y no se casó con ella. Después de llenar
los platos repletos de barbacoa con deliciosas salsas, Lali lo llevó a una mesa
vacía. Cuando él mordió su sándwich, gimió.
—Oh. Mi. Dios. ¡Esto es delicioso!
Lali sonrió.
—La salsa es una receta propia de abuelita.
—¿En serio? Ella realmente podría embotellarla y venderla. Es diez
veces mejor que la mayoría de lo que hay en los sitios de barbacoa en Atlanta.
—Vas a tener que decírselo. Le alegrarías su día.
—Estaré feliz de decirle.
Un anciano arrastrando los pies se acercó a la mesa.
—¿Está ocupado este asiento, La?
—No, tío Salva. Lo estábamos apartando solo para ti y tía Ella.
Salva sonrió a Lali antes de darle un abrazo. Peter no podía dejar de deleitarse
con el efecto que parecía tener con todo el mundo aquí. Ella siempre era encantadora
con todos en Atlanta, pero había algo casi angelical de ella aquí. Más personas
se congregaron en el interior del granero, y la banda comenzó a tocar. Peter ya
se había despachado su segundo plato de barbacoa y se estaba debatiendo si
tomar un tercero cuando Félix se acercó hasta él. Peter miró con recelo el vaso
de cerveza en la mano de Félix que estaba lleno de un líquido claro.
—¿Has tomado algunas cervezas caseras, Chico de Ciudad? —le preguntó.
—Abuelito, su nombre es Peter —siseó Lali.
—Disculpa. ¿Has tomado alguna cerveza casera, Peter?
—No señor, creo que no.
Félix extendió el frasco.
—¿Por qué no pruebas un poco?
—¿Es una pregunta capciosa, señor?
—¿Qué quieres decir?
Peter contuvo su entrecortada respiración antes de hablar.
—Bueno, es solo que Lali me habló de que usted es un hombre muy religioso,
así que no puedo imaginar que usted beba demasiado. Y si acepto, usted puede
pensar que soy un borracho que no merece salir con su nieta. Por otro lado, si
disfruta tomar una copa de vez en cuando y me niego, entonces me va a considerar
un afeminado Chico de Ciudad. ¿Correcto?
Félix miró a Peter hacia abajo. Finalmente, una amplia sonrisa estalló
en su cara. Él golpeó a Peter cordialmente sobre la espalda.
—Me gusta tu forma de pensar. —Sin quitar su mirada de Peter, llevó el
vaso a sus labios y bebió un largo trago—. Un pequeño sorbo de alcohol no hace daño
a nadie.
Peter se rio mientras tomaba el licor destilado de Félix. En el
momento en que el líquido entró en su boca, ardió como un río de fuego
tormentoso en la garganta y en el estómago. Mientras Félix le observaba
expectante, hizo todo lo posible para luchar contra sus ojos llorosos y el
impulso de ahogarse y sofocarse.
—Buen material —respondió, reuniendo la voz más viril que pudo.
Rápidamente le pasó nuevamente el vaso antes de que él pudiera esperar
que bebiera más. Con una sonrisa, Félix se volvió hacia Lali.
—Tal vez él sea un buen material después de todo, Lali Lou.
Ella abrió mucho los ojos al momento en que Félix se alejaba.
—No puedo creer que hayas logrado ganarle, especialmente tan rápido. A
Agus le tomó años de veinticuatro horas los siete días de la semana no
conseguir una mirada de muerte, y nos habíamos conocido unos a otros de toda la
vida.
Peter le sonrió.
—Después de todo lo que hemos pasado, no puedo creer que hayas dudado de
mi capacidad para cautivar a tu abuelo. —Se inclinó y le susurró al oído—: No nos
olvidemos de todas las veces que he conseguido cautivarte.
Juguetonamente, ella lo empujó hacia atrás.
—Pareces olvidar la primera vez que trataste de jugar conmigo tu Mercadotecnia
McDreamy en la fiesta de Navidad, y te dije absoluta y totalmente que no.
Peter se rio entre dientes.
—Es verdad. El peor rechazo de mi vida.
—Lo dudo.
—Confía en mí, nena. Lo fue.
Ella no pudo ocultar la sorpresa en su rostro. Para cambiar de tema,
ella dijo:
—¿Irías a conseguirnos algo de postre?
Él arqueó las cejas.
—¿Sigues con hambre?
Ella se echó a reír.
—Lo dice el hombre que se comió dos platos de barbacoa cuando yo me comí
uno.
—Muy bien. Iré a conseguirte algo dulce.
Ella lo besó en la mejilla.
—El bebé y yo te damos las gracias por ello.
—Sí, sí. ¿Usarás esa cosa del embarazo cada vez que quieras algo que
valga la pena, no?
—Demonios si —respondió ella.
Riéndose, él se levantó de su silla.
—¿Hay algo en específico que te guste?
—¿Tal vez una pequeña muestra de todos?
Él le dio un mini saludo.
—Sí, señora.
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