CAPÍTULO 17
—Gracias. —Alentada por el cumplido, se inclinó y llevó sus labios a
los suyos. Esta vez, ella deslizó su lengua en su boca, ansiosamente buscando
su calor.
Sus manos se deslizaron por debajo de su cintura para ahuecar sus
nalgas. Él enganchó una pierna sobre su cadera, moliendo su necesidad dentro de
ella. Lali gimió ante la exquisita sensación de él a través de sus finas bragas.
Mientras se movía contra ella, quería sentir más de él, su piel desnuda en la
de ella. Apartó sus labios momentáneamente lejos de los suyos.
—¿No estás quitándote ninguna otra cosa?
—Estaba esperando a que me desnudaras.
—Oh —murmuró. Afortunadamente, él ya se había quitado la corbata, así
que no tenía que preocuparse por eso. Sus temblorosos dedos alcanzaron los
botones de su camisa. Tanteó con el primero antes de deshacer el resto. Sacó su
camisa abriéndola y amplió mucho los ojos ante el pecho esculpido. Sin
cuestionarse a sí misma, recorrió con la mano el centro de su pecho, por encima
de sus marcados abdominales, y abajo a la hebilla de su cinturón, causando que
Peter aspirara el aliento y que los músculos de su estómago se apretaran. Disfrutando
el efecto que hasta su más mínimo toque tenía sobre él, levantó la vista y
sonrió—. Lindo pecho. Apuesto a que pasas horas en el gimnasio. —Antes de que
pudiera responder, ella negó con la cabeza—. ¿Podría sonar más cliché?
Él se rio entre dientes.
—No, más como en la piscina. Fui campeón estatal de natación hace
algún tiempo.
Hmm, apuesto a que luces lo suficientemente bien para comerte en un
Speedo3, pensó.
El pecho de Peter se sacudió con la risa, y se dio cuenta con horror
que había metido la pata y dicho ese pensamiento en voz alta.
—Juega bien tus cartas, y podría usar uno para ti.
Deseosa de ver más de él, se apresuró a desabrochar la hebilla y tiró
de la correa de las presillas. Después de que ella lo tiró al suelo, lo miró.
Su caliente mirada ardió dentro de ella, y sintió un calor inundar sus mejillas
e ir hacia abajo por su cuello. Levantó la mano para empujar la camisa de sus
brazos. Esta se deslizó hasta el suelo.
Ahora lo único que quedaba a Peter eran sus pantalones, y para Lali eso
era lo más intimidante, o al menos lo que había dentro. Una vez que le desabrochó la bragueta, sus dedos hurgaron en la
cremallera. Cuando empujó hacia abajo, su mano rozó su erección. Se resistió
contra su ropa interior, en espera de ser liberado para su contacto. Ella se
inclinó contra él, presionando su cuerpo ruborizado sobre el suyo, mientras
ella se acercaba a la parte trasera de su pretina para empujar sus pantalones
sobre sus nalgas. Sus manos momentáneamente dejaron de acunar sus nalgas antes
de agarrar el material. Deslizo hacia abajo su cuerpo de la misma manera que
sus pantalones.
—¿No hay elogios para mi trasero? —cuestionó Peter, su voz mezclada
con diversión.
Cuando llegó al piso, ella ladeó la cabeza hacia él.
—¿Muy bonito?
Él se echó a reír.
—Gracias.
Ahuecando la parte posterior de sus piernas, se abrió paso lentamente
hacia arriba. Sus uñas arañaron sobre sus pantorrillas y muslos. Peter nunca
quitó los ojos de los suyos. Una vez más, se encontró ahuecando sus nalgas
mientras movía sus dedos a la pretina de su ropa interior. Justo cuando empezó
a liberar su erección, él apartó la mano. Cuando ella miró a Peter con
sorpresa, él negó con la cabeza.
—Va a ser todo sobre ti esta primera vez. —Entonces llevó sus labios a
los de ella, hundiendo su lengua en su boca. Envolvió sus brazos alrededor de
su cuello mientras él masajeaba su lengua con la suya.
Peter besó un caliente rastro de su boca a su oído mientras su mano se
acercaba a ahuecar su corpiño.
—Tienes el más increíble par de tetas.
Una risita nerviosa escapó de sus labios.
—¿Qué? —preguntó.
—Hablas como un chico cachondo de fraternidad.
Él sonrió.
—¿Lo hago ahora? ¿Y exactamente cómo te gustaría que los llamara?
—¿Pechos tal vez?
Sus dedos hurgaron dentro del corpiño, ahuecando su carne tibia.
Cuando su pulgar se movió hacia atrás y adelante a través de su pezón, ella
jadeó. Él sonrió ante su respuesta.
—Está bien, tiene los pechos más bellos. ¿Así está mejor?
Lali se arqueó en su mano.
—Mmm, mucho mejor —respondió, sin aliento.
—No puedo esperar para llevar mi boca a ellos.
Ella gimió cuando él llevó su otra mano al pecho descuidado y comenzó
a amasar los dos. En una declaración que la sorprendió a sí misma, preguntó:
—¿Qué te lo impide?
—Hmm, este pedacito de tela. ¿Te importa si nos deshacemos de él?
Ella negó con la cabeza.
Peter llevó sus dedos al lazo de satén en el escote. Poco a poco, sin
apartarlos ojos de los de ella, deslizó la cinta floja. Él le dio un ligero
tirón antes de que el
camisón se abriera. Su mirada bajó a su pecho y se lamió sus labios.
Lali sintió el calor aumentando entre sus piernas, y se removió en sus pies,
presionando sus muslos juntos por el alivio.
Su cabeza cayó hacia atrás cuando su boca se cerró sobre su pezón. Él
succionó profundamente antes de chasquear y hacer remolinos con su lengua
alrededor. Su mano seguía acariciando su otro pecho mientras su lengua
trabajaba el pezón en su boca haciéndolo una piedra endurecida. No pudo luchar
contra el
grito de placer que escapó de sus labios. Sus dedos pasaron
automáticamente a su cabello, tirando y agarrándose a los mechones cuando el
placer se apoderó de ella.
Peter lamió un rastro húmedo sobre el otro pecho antes de reclamar el
pezón. El dolor entre sus muslos creció, y ella supo que si la tocaba allí,
encontraría que estaba empapada en necesidad por él.
Como si pudiera leer su mente, Peter deslizó una mano por su estómago.
Sus dedos como plumas sobre el vientre burlonamente haciendo brincar sus caderas.
Vaciló antes de finalmente sumergirlos entre sus piernas. Lali jadeó contra sus
labios cuando sus dedos trabajaron contra su sensible carne a través de la tela. Sus caderas se arquearon
involuntariamente contra su mano, frotándose contra sus dedos.
—¿Creo que deberíamos deshacernos de esto también?
—Uh-huh —murmuró casi incoherentemente.
Él se rio entre dientes mientras sus dedos tiraban de la pretina,
deslizando la ropa interior abajo sobre sus nalgas. Al igual que había hecho
con él, su cuerpo
seguía a las bragas al suelo excepto que él besó y mordisqueó un
sendero por los muslos y piernas. Ella sintió que de un momento a otro sus
rodillas podrían torcerse y ceder. Afortunadamente, Peter se apoderó de la
parte posterior de sus muslos para mantenerla estable mientras salía de sus bragas.
Arrodillándose ante ella, los dedos de Peter profundizaron entre sus piernas,
en busca de su hinchado clítoris. En el momento en que él la acarició, gritó y
se agarró a sus hombros apretándolos. Su pulgar continuó frotando mientras sus dedos
se deslizaban entre sus húmedos pliegues. Ellos se arremolinaron contra sus estrechas
paredes, trabajándola en un frenesí de deseo. Se mordió el labio para evitar
que los gritos extáticos enterrados en su garganta escaparan. Pero se volvió inútil
mientras él continuaba su asalto en su núcleo y la llevaba más y más a cerca de
venirse. A medida que la ola de su primer orgasmo se estrellaba sobre ella,
clavó las uñas en la espalda de Peter y empujó su pelvis con fuerza contra su
mano. Peter se levantó del suelo. Mantuvo las manos firmemente en su cintura para
estabilizarla mientras trataba de orientarse.
—Eres tan jodidamente caliente cuando te vienes —murmuró en su oído.
Ella se sonrojó ante sus palabras, su respiración todavía llegando en patrones
irregulares. Suavemente, la empujó hacia la cama y luego la ayudó a acostarse
sobre su espalda. Empujando sobre sus codos, se deslizó en el colchón.
Peter se cernía sobre ella, el deseo ardiente y brillante en sus ojos
azules. Lali se estremeció bajo su mirada. Mientras su cuerpo cubría el de
ella, empujó sus piernas separándolas. Luego besó un camino desde su cuello,
bajando por el valle de sus pechos y sobre su vientre.
Cuando su cabeza se sumergió entre sus piernas, los ojos de Lali se cerraron
en un pellizcado de éxtasis. A medida que sus dedos entraban de nuevo,su lengua
se arremolinó alrededor de su clítoris, chupándolo dentro de su boca. Lali
agarró en puños las sábanas con las dos manos.
—¡Oh Peter! —gritó. Inmediatamente, su manó voló a cubrir su boca.
Dios, ¿qué me está pasando? Nunca antes he gritado en la cama. Sus dedos mantuvieron un ritmo rápido, mientras seguía lamiendo y
chupando su centro—. ¡Oh, sí! Sí, Peter... por favor —murmuró, girando las
sábanas más apretadas entre sus manos. Sus caderas mantuvieron un ritmo maníaco
mientras hundía sus dedos y lengua dentro y fuera de ella. Por último, la envió
por encima del borde, y ella llegó a su clímax violentamente. Cuando comenzó a
volver de nuevo en sí misma, se dio cuenta que una de sus manos habían
abandonado la sábana y se había enredado en el cabello de Peter.