sábado, 17 de mayo de 2014

La Proposición: Capítulo 5

CAPÍTULO 5


Él hizo una mueca.

―Tengo cuatro hermanas mayores. Confía en mí, he pasado algún tiempo en infernales baby showers.

Lali sonrió.

―Supongo que lo tienes.

―Entonces, ¿qué pasó? ―insistió él.

Con un encogimiento de hombros, respondió:

―En realidad nada. Fue solo más difícil de lo que pensé que iba a ser.

―¿Por qué quieres un bebé propio?

Ella se quedó sin aliento y casi dejó caer su margarita.

―Espera, ¿cómo podrías…?

―Pablo me dijo.

Lali abrió sus ojos mientras un cálido rubor bailaba sobre sus mejillas y cuello.

―¿Él… él lo hizo? ¿Qué… qué más te dijo?

Peter tomó otro trago antes de responder:

―Que se suponía que iba a ser el padre de tu bebé, pero se echó para atrás.

A pesar de que solo había tenido un sorbo de su bebida, la habitación se inclinó y giró a su alrededor. Ella negó con la cabeza, tratando de sacudirse libre de la pesadilla que había tomado la conversación. Esto no podía estar pasando

―¡Voy a matarlo!

―No tienes que hacer eso.

―¿Me estás tomando el pelo? ―La voz de Lali se alzó una octava―. Ya era bastante malo cuando estaba enviando mensajes de texto y llamando todo el tiempo. Ahora aparece en mi trabajo para acosarme. ¡Pero lo peor de todo, te lo dijo a ti, de entre todas las personas, el detalle más íntimo de mi vida personal!

Peter se inclinó hacia adelante, chocando sus codos contra los de ella.
―Yo de todas las personas... ¿Qué se supone que significa eso?

Lali bajó su cabeza.

―Nada.

―Oh, no. No te vas a escapar tan fácilmente.

―Es solo que con el tipo de hombre que eres, no puedes entender posiblemente mis problemas o mis deseos.

Peter soltó un bufido.

―Déjame adivinar. ¿Debido a mi supuesta reputación de mujeriego, no puedo comprender cómo debe ser para ti querer tanto ser madre como para conseguir que tu mejor amigo gay te deje encinta?

―Eso no es lo que quiero decir.

―Entonces dime.

Lali se inclinó para que sus rostros estuvieran a pocos centímetros de distancia.

―Desde que te crees que lo sabes todo, dime si entiendes esto. ¿Alguna vez has deseado tanto algo que te parece que morirás, si no lo tienes? Que la sola idea te quita el sueño. No puedes dormir, no puedes comer, no puedes beber. Estás tan consumido por el deseo, que nada más importa, y no estás seguro de que vale la pena vivir la vida si no puedes tenerlo. ―Amargas lágrimas le escocían de los ojos, y se mordió el labio para no llorar en frente de él.

Mientras Peter permanecía en silencio, Lali negó con la cabeza y se echó hacia atrás en su silla.

―¿Ves? A las pruebas me remito. Un hombre como tú no puede posiblemente entender cómo se siente para mi querer un bebé.

―No, lo entiendo. Realmente lo hago.

Ella arqueó las cejas castañas hacia él.

―Seriamente lo dudo.

―Tal vez, hasta cierto punto... ―Una lenta sonrisa lasciva se escabulló por su cara, una que envió calor a sus mejillas y la hizo retorcerse en su silla―. Te deseaba tanto en la fiesta de Navidad que pensé que moriría cuando te negaste a venir a mi casa conmigo.

El tono ronco de su voz la sobresaltó.

―¿Perdón?

Él deslizó su silla tan cerca de la de ella que luchó contra el impulso de retroceder. Tragó saliva ante su proximidad. El brillo lujurioso destellando en sus ojos lo hizo como el Lobo Feroz cerniéndose sobre ella.

―¿Cuánto más claro puedo hacerlo? Estabas malditamente sexy con ese vestido verde. Tu cabello estaba suelto y caía en ondas alrededor de tus hombros. Y te mantenías dándome esas pequeñas sonrisas inocentes a través de la habitación.―Su aliento la abrasaba en la mejilla antes de que él le susurrara al oído―: Nunca he querido follar a alguien tanto como quería follarte a ti.
Ella lo empujó con toda la fuerza que pudo reunir.

―¡Dios mío, eres un bastardo egoísta! Estoy desnudando mi alma ante ti acerca de querer tener un hijo y me dices que quieres... quieres...

Peter cruzó sus brazos sobre su pecho.

―Eres una chica grande, Lali. ¿No puedes decir follar?

―Eres seriamente asqueroso. ―Agarró los bordes de su copa y entrecerró los ojos hacia él―. Si yo no necesitara desesperadamente el resto de mi margarita, ¡lo lanzaría en tu arrogante cara!

Él se rio de su indignación.

―Ahora, ¿es esa manera de hablar con el futuro padre de tu hijo?

Ella retrocedió en su asiento como una banda elástica.
―¿Di… disculpa?

―Estoy hablando de una pequeña proposición para que los dos podamos conseguir algo que realmente, de verdad queremos. Yo doy un poco, y tú das un poco.


―¿Qué quieres decir?


CONTINUARÁ ···> Domingo 18/05/2014

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