martes, 13 de mayo de 2014

La proposición: Capítulo 2


CAPÍTULO 2



Peter Lanzani se frotó sus borrosos ojos verdes. Miró a través de sus dedos el reloj en la pantalla de la computadora. Maldición, eran ya las siete pasadas. Incluso si quería terminar el proyecto, su cerebro estaba demasiado frito. Apenas podía distinguir las palabras enfrente de él. Apagó su computadora, seguro con el pensamiento de que su reciente ascenso a Vicepresidente de Marketing significaba que podía esperar hasta la mañana y no tenía a alguien que lo riñera por holgazanear.

Con un gemido, Peter se levantó de su silla y estiró los brazos por encima de su cabeza. Agarró su portafolio y se dirigió a la puerta. Cuando apagó las luces de su oficina, su estómago gruñó. Probablemente no había nada para comer en la casa, así que probablemente necesitaría recoger algo en el camino. Por un breve instante, deseó que hubiera una mujer esperando por él con una comida hecha en casa. Rápidamente se encogió de hombros ante el pensamiento. Un par de comidas no valían la molestia de relaciones a largo plazo. Al final, era mucho más feliz con las escasas cenas junto a una de sus hermanas casadas. Por lo menos hasta que ponían en marcha en una de sus diatribas acerca de cómo no podía estar soltero por el resto de su vida, y a los treinta y dos, era el momento para él, para asentarse y tener una familia.

—Basura —murmuró para sus adentros ante el pensamiento. La atractiva encargada de la limpieza pasando por el pasillo levantó su cabeza.

Entonces le dedicó una sonrisa seductora.

—Buenas noches Sr. Lanzani.

—Buenas noches, Paula —respondió. Golpeó el botón del ascensor, luchando contra la urgencia de cerrar la brecha entre ellos y entablar conversación.

Se pasó una mano por su cabello castaño arenoso y negó con la cabeza. Hablar con Paula conduciría muy probablemente a algún polvo rápido en el cuarto de servicio, y por mucho que disfrutaría de eso, se estaba poniendo un poco viejo para ese tipo de sexo de una noche.

El ascensor lo sacudió hasta el primer piso. Acaloradas voces se toparon con Peter al momento en que bajó, haciéndolo gruñir con frustración. Maldita sea, lo último que necesitaba después de trabajar hasta tarde y estar siendo dominado por su polla ante la atracción hacia la encargada de la limpieza. Y por el tono de voz de un hombre y una mujer, eso es exactamente lo que era.

—¡Pablo, no puedo creer que me arrinconaste en el trabajo! —susurró una mujer.

—¿Qué se supone que debía hacer? No vas a contestar mis llamadas o correos electrónicos. Tenía que ver si estabas bien.

—¡Te dije que me dejes sola, y lo dije en serio!

—Pero te amo, La. No te quiero perder.

Ante el sonido de forcejeo, la voz de la mujer se alzó una octava.

—¡Para! ¡No te atrevas a tocarme!

El lado protector de Peter se agitó ante el tono de la mujer, enviándolo a dar la vuelta a la esquina.

—¡Oye! ¡Aparta tus malditas manos de ella! —gritó.

La pareja se sorprendió al verlo. La mujer con el rostro manchado con lágrimas se ruborizó y agachó la cabeza para evitar la intensa mirada de Peter.
Inmediatamente, la reconoció, Lali Espósito, publicidad 4º piso, y la mujer que había intentado sin éxito llevar a casa en la fiesta de Navidad de la compañía. Por la forma en que se negó a mirarlo a los ojos, supo que también lo reconoció.

Peter volvió su atención en el hombre, Pablo, cuyos ojos estaban muy abiertos por el miedo. Se apresuró a quitar sus manos de los hombros de Lali y dio varios pasos hacia atrás. Pablo se veía como si estuviera listo para buscar la salida más cercana. Peter se dio cuenta de lo intimidante que debía parecer con sus puños apretados a su lado, su mandíbula dura. Intentó relajar su postura, pero su sangre todavía bombeaba tan fuerte en sus oídos que no podía.

Pablo levantó las manos en señal de rendición.

—No estoy seguro de lo que piensas que estaba pasando, pero simplemente estábamos hablando.

Peter entrecerró sus ojos.

—Creo que por la forma en que ella estaba llorando y suplicando que dejaras de tocarla, era mucho más que hablar . —Empezó a preguntar a Lali si se encontraba bien, pero ella pasó rápidamente junto a él y escapó hacia el baño. Él miró a Pablo.

—Mira hombre, entendiste todo mal. Yo...

—¿Qué es lo que no entiendo? ¡Es obvio que no puedes dejar a tu ex novia o ex esposa o lo que sea, a pesar de que no puede soportar que la toques!

Risas nerviosas surgieron de Peter. Él las silenció al minuto en que Peter arqueó las cejas hacia él y dio un paso hacia adelante.

—Créeme, estás muy, muy equivocado. Lali no es mi ex.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

Pablo se aclaró la garganta.

—Está bien, ¿quieres la verdad? Aquí está. Soy gay, y Lali ha sido mi mejor amiga desde la escuela media.

La boca de Peter se abrió.

—¿En serio?

—Síp.

—Eh... entonces mi error. Lo siento por eso.

Pablo se encogió de hombros.

—Está bien. Yo probablemente hubiera hecho lo mismo si pensara que algún imbécil estaba molestando a una mujer. Bueno, probablemente no lo haría si él tuviera dos veces mi tamaño, como tú. —Pasó su mirada de Peter al baño e hizo una mueca—. Maldita sea, odio cuando está enojada conmigo. No creo que ella haya estado tan enojada y dolida. No sé qué hacer para hacerlo bien, ¿sabes?

Peter se movió en sus pies, sintiendo que la conversación se dirigía a territorio emocional, que de alguna manera trataba de evitar a toda costa. Levantó una mano.
—Oye, hombre, realmente no es asunto mío. —Pero al momento en que las palabras salieron de sus labios, estaba seguro de que habían caído en oídos sordos. La expresión de angustia en el rostro de Pablo le dijo que no se iría sin escuchar la dramática historia completa, a menos que literalmente tratara de salir corriendo.

Con un suspiro, Pablo se pasó la mano por su cabello oscuro. En voz baja, dijo:

—Ella está loca por los niños, y su reloj biológico le ha estado diciendo que tenga un bebé como por los últimos dos años. Amándola como lo hago, le prometí que sería el padre y donante para la causa.

De acuerdo, así que tal vez no era la historia que Peter había esperado.

—No me digas. ¿Te acobardaste a la hora del acto?

Pablo frunció el ceño.

—Ja, ja, imbécil, muy gracioso. Para tu información, se iba a hacer en una clínica.

—¿Dónde está la diversión en eso? —reflexionó Peter, con una sonrisa socarrona.

—Amigo, soy gay, ¿recuerdas?

—Lo siento. —Por razones que no podía imaginar, Peter estaba tan intrigado por la historia que sintió la necesidad de solicitar a Pablo que continuara—. Entonces, ¿qué pasó?

—Mi pareja no está listo para tener hijos. Le prometí que Lali no necesariamente quería que me involucrara, pero él no cambiará de opinión. Ha sido un infierno elegir entre el hombre que amo y mi mejor amiga.

—¿Por qué no puede solo ir a un banco de esperma o algo así?

Pablo se rio entre dientes.

—Lali tiene en su mente que habrá una horrible confusión en el intercambio de su elección de la muestra de un donante con algún asesino en serie.
Peter sonrió.

—Creo que puedo ver su punto.

Un zumbido sonó en el bolsillo de Pablo. Lo sacó y gimió ante la identificación.

—Mierda, es Gas. Él va a patearme el culo por venir aquí y tratar de hablar con Lali. Realmente, realmente tengo que irme. —Su mirada una vez más, fue
al baño—. Odio dejarla, sin embargo...

—Vete. Voy a asegurarme de que ella llegue bien a su auto.

—¿En serio? Eso sería increíble. —Extendió su mano—. Fue un placer conocerte...

—Peter. Peter Lanzani.
—Pablo Martínez. —Después de que se dieron la mano, Pablo sonrió—. Gracias por toda tu ayuda y por malinterpretar completamente toda la situación.

Peter se rio.

—Fue un placer casi patearte el culo.

—Encantado —respondió Pablo. Cuando sonó el teléfono, hizo una mueca y dio un saludo corto antes de llevarlo a su oreja—. Bebé, sí, lo siento, me perdí tus mensajes. Estoy de camino a casa ahora. —Empujó las puertas de cristal y desapareció en la noche.

Con un movimiento de cabeza, Peter comenzó a cruzar el vestíbulo hasta
el baño. Llamó a la puerta. En una voz chillona, Lali gritó:

—¡Vete, Pablo! ¡No tengo nada más que decirte! ¡Sin mencionar, que acabas de avergonzarme como el infierno delante de uno de los mayores imbéciles en la empresa!

—Mayores imbéciles, ¿eh? —murmuró en voz baja. No era exactamente un título del que estuviera orgulloso, especialmente viniendo de una mujer. Estaba acostumbrado a oír descripciones mucho más halagüeñas de sí mismo por parte de ellas. Bueno, por lo menos al principio, antes que él se fuera. Después de eso, las cosas tomaban un giro por lo general desagradable.

—¡No voy a dejar este baño hasta que sepa que te has ido!



CONTINUARÁ ···> Miércoles 14/05

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