martes, 9 de septiembre de 2014

La Proposición: Capítulo 46


Cuando su avión se deslizó por la pista en Hartsfield Jackson, Peter luchó contra el impulso de gritar de alegría. Para él, no había realmente ningún lugar como el hogar. Golpeó el pie con impaciencia mientras esperaba a que el avión se detuviera. Cuatro semanas fuera se habían sentido como una eternidad. A pesar de que no quería nada más que tomar un par de perritos calientes de Varsity, junto con un paquete de doce cervezas de la tienda de licores, tenía planes muy importantes para la cena e incluso planes más grandes para la noche.

Después de descender del avión, echó a correr por la puerta, agarrando su equipaje tan rápido como podía. Echando un vistazo a su reloj, tenía cuarenta y cinco minutos para llegar a O'Malley’s. Le hubiera gustado haber tenido tiempo para refrescarse, pero su camisa arrugada y pantalones de vestir arrugados tendrían que servir.

Milagrosamente, entró en O'Malley’s un poco antes de las seis. Cuando Jenny lo vio, su rostro se iluminó.

—¡Oye extraño! Me alegra ver que has vuelto.

Sonrió.

—Gracias. Es bueno estar en casa. No te puedes imaginar lo mucho que echaba de menos este viejo agujero en la pared. No se puede encontrar la misma cerveza o hamburguesas allá.

Jenny se echó a reír.

—¿Así que tengo que reservar una gran cabina para la tropa y tu fiesta de bienvenida?

—Uhm, no, en realidad, me voy a encontrar con alguien.

—¿Alguien o alguna mujer?

Tosió.

—Una mujer.
Peter no pudo evitar sentirse sorprendido cuando la sonrisa de Jenny se amplió.

—¿Es la bonita morocha con la que estuviste aquí antes?

Su boca se abrió.

—Espera, ¿cómo has adivinado eso?

Ella sonrió.

—Sabía que había algo entre ustedes dos cuando entraste, algo diferente a las otras mujeres con las que te he visto.

—Pero ni siquiera estábamos saliendo entonces. —Negó con la cabeza—.Ni siquiera estamos saliendo ahora.

—Oh, por favor. —Jenny agitó su mano con desdén y agarró dos menús. Lo llevó a la misma zona aislada donde se había sentado con Lali antes. Esta vez
les dio la cabina de la esquina posterior, asegurando que tendrían mucha privacidad—. Hacen una pareja realmente muy atractiva —dijo antes de dejarlo una vez más con la boca abierta.

La única respuesta de Peter a los cumplidos de Jenny fue dar un gruñido de frustración. Se acomodó en la cabina y sacó su teléfono. Después de desplazarse a través de varios correos electrónicos y textos, miró hacia arriba para ver a Lali pasando a través de la puerta. Contuvo el aliento y trató de aquietar la aceleración de los latidos de su corazón. ¿Qué demonios estaba sucediendo con él? Ninguna mujer había tenido este efecto sobre él. El tiempo fuera parecía haberla hecho aún más hermosa de lo que recordaba, pero había algo diferente en ella, algo más suave, más vulnerable. Era un infierno de excitación.

Cuando Jenny le dijo algo a Lali, ella sonrió y agachó la cabeza. Sin pestañear, Peter vio a Lali mientras seguía a Jenny a la mesa. Su vestido se deslizaba por las caderas, lo que acentuando las curvas con las que estaba familiarizado. Su largo cabello castaño colgaba en ondas en cascada sobre sus hombros. Apretó los dientes cuando se dio cuenta de que algunos de los otros clientes masculinos miraban a Lali mientras pasaba. A pesar de que no tenía derecho, quería gritarles que ella le pertenecía.
Su rostro se iluminó cuando se encontró con su mirada.

—¡Oye!

Cuando comenzó a levantarse de la cabina, ella corrió y le echó los brazos al cuello. Abrió su boca para decir hola, pero sus labios se aplastaron contra los de él. A medida que profundizaba el beso, Peter trató de mantener su rumbo, apretando sus brazos alrededor de la cintura de Lali. Maldición, había extrañado la sensación de sus labios, su lengua, y la forma en que su cuerpo se moldeaba contra el suyo.

Un silbido detrás de ellos causó que Lali se alejara hacia atrás para gran consternación de Peter. Jenny les sonrió y guiñó un ojo.

—Ahora, ¿quién necesita a los chicos cuando puedes obtener una bienvenida como esa, eh?

Las mejillas de Lali se pusieron rojas, pero se rio. Inclinando la cabeza hacia un lado de Peter, preguntó:

—¿Soy suficiente para una fiesta de bienvenida?

Él sonrió.

—Por el momento, demonios que sí, lo eres.

Jenny pasó junto a ellos para dejarles los cubiertos en la mesa.

—Creo que voy a dejar a los dos tortolitos solos ahora.

—Gracias, Jenny —dijo Peter.

Él arqueó las cejas cuando Lali se sentó a su lado en la cabina en lugar de sentarse frente a él.

—Me extrañaste mucho, ¿eh?


Su risa hizo a su corazón vibrar con el calor.

—Sí, de hecho lo hice.

Peter miró a los centelleantes ojos marrones.

—Yo también te extrañé. —Un infierno de mucho más de lo que quiero admitir.

—¿A mí o el sexo? —le preguntó.

—Ambos —respondió con sinceridad.

Ella se rio.

—Pensé que sería solo el sexo.

—Te subestimas a ti misma como siempre. —Apoyando su brazo en la parte posterior de la cabina, se volvió para tener una mejor vista de ella—. Pero no puedo evitarlo si suena como que solo he echado de menos el sexo cuando te digo lo jodidamente hermosa que luces esta noche.

—No, está bien. —Tenía las mejillas sonrojadas—. Y gracias.

Peter se inclinó para acariciar su cuello, inhalando el delicado aroma de su perfume. Él gimió ante la dulce agonía.

—La forma en que tu vestido está abrazando todas tus curvas y tu cabello cayendo suelto y ondulado, rogándome que corra mis dedos a través de él, me dan ganas de olvidar la cena y llevarte a casa en su lugar.

Cuando ella se puso rígida, levantó la cabeza.

—¿Qué pasa?

—Tengo que decirte algo.

—Lo que sea. Bueno, siempre y cuando no sea algo así como que no vienes a casa conmigo esta noche.

—Estoy embarazada —le espetó.


CONTINUARÁ...

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