sábado, 13 de septiembre de 2014

La Proposición: Capítulo 50


Yendo a la deriva entre el sueño y la conciencia, Lali sintió algo húmedo arrastrarse hasta su espalda desnuda y sobre su cuello. Cuando Peter presionó su erección mañanera contra su espalda, sus ojos se abrieron de golpe. Se giró para mirarle por encima del hombro.

—Buenos días para ti, también. O debería decir para ambos —dijo, su voz mezclada con diversión.

La risa de Peter zumbó en su oído.

—Siento haberte despertado. No pude evitar excitarme cuando me desperté al lado de una ardiente diosa desnuda.

—¿Estás pensando que con solo halagarme voy a dejarte acostarte conmigo otra vez?

—Estoy malditamente seguro de que lo espero.

—Hmm, pensaba que te había dado tu premio sexual de consolación anoche. No recuerdo que esta mañana fuera parte del trato.

—Así que quieres burlarte de mí y jugar duro para conseguirlo, ¿huh?—Peter deslizó la mano por su vientre y entre sus piernas. Ella contuvo el aliento—.¿Eso es un sí? —preguntó, sus dedos acelerando el ritmo de juego.

—Definitivamente no es un no —murmuró ella, inclinando su cabeza contra su hombro.

Justo cuando sentía construirse su orgasmo, la familiar náusea mañanera se hizo presente.

—No, no, ¡para! —gritó.

Peter la miró sorprendido.

—¿Qué está mal?

—Yo… —Se llevó la mano a la boca, dispuesta a no vomitar sobre él. Pasó por encima de sus piernas y corrió desnuda dentro del baño. Apenas pudo llegar antes de que su estómago se apretara. Se aferró a los lados del asiento del inodoro y vomitó violentamente. Una y otra vez, su estómago se vació. Exhausta, se sentó sobre sus rodillas. Cuando miró hacia arriba, Peter estaba en el marco de la puerta. Se las había arreglado para deslizarse en su ropa interior, y ella notó que su episodio había matado su libido.

—¿Náuseas matutinas?

—Umm, hmm —gimió ella.

—¿Puedo traerte algo?

—No, yo… —Las tenía otra vez. Arrastrando su brazo por su boca, no se atrevía a mirar a Peter. Era muy vergonzoso que él la hubiera visto así. Mirando los azulejos, dijo—. Estoy bien. De verdad. Vuelve a la cama.

Sin una palabra, Peter dejó el baño. Lali no podía culparlo. Solo podía imaginarse que este aspecto tan poco atractivo del embarazo no sería más que un motivo más para ahuyentarlo. ¿Qué querría con alguien como ella cuando podía tener a quién quisiera?

Presionando sus mejillas contra la tapa del inodoro, sintió que la bilis le subía otra vez. Silenciosamente, se obligó a no enfermarse de nuevo. Entonces Peter apareció en el marco de la puerta. Lali miró hacia arriba para ver un vaso de agua y una bolsa de galletas saladas en sus manos. Cuando ella lo miró sorprendida, él le dio una sonrisa tímida.

—Pensé que esto podría ayudar.

No había huido. Al contrario, había tratado de encontrar algo para hacerla sentir mejor. El gesto envió las emociones de Emma fuera de control, como un
Merry-Go-Round.

—Gracias —susurró.

En lugar de dejarlos en el tocador y salir corriendo por la puerta, agarró la toalla de mano y la pasó por el agua fría. Luego se agachó a su lado, tomando la cara de Lali entre sus manos.
—Peter, tú no… —protestó.

—Shh, solo déjame cuidarte. —Tiernamente, pasó el trapo por sus mejillas y su frente. El gesto tiró de su corazón, y un abrumador amor por él irradió de su pecho. Si alguna vez había tenido alguna duda sobre la profundidad de sus sentimientos, éstos se consolidaron en ese momento. Cerró los ojos para que no pudiera ver sus lágrimas—. ¿Se siente bien?

Incapaz de hablar, ella meneó la cabeza.

—Lo siento mucho por el vómito —dijo él.

Sus ojos se abrieron de golpe.

—No es tu culpa.

Él sonrió.

—Bueno, en cierto modo lo es, considerando que te he embarazado.

Ella le dio una débil sonrisa.

—Pero yo te lo pedí. Si es culpa de alguien, es mía.

—¿Ha sido tan malo hasta ahora?

Ella asintió.

—Todas las mañanas… algunas tardes. —Se estremeció—. Y después algunos olores.

Peter giró el trapo en sus manos.

—Desearía poder hacer algo para ayudar. Me siento tan impotente viéndote sufrir.

Su pecho se contrajo de nuevo con sus palabras.

—Es suficiente tenerte aquí, confortándome así. —Alargó la mano para tocar su mejilla—. Tienes un buen corazón y mucho amor para dar. Vas a ser un padre maravilloso.

Él la miró con incredulidad, su pecho subiendo y bajando con fuerza. Podía verlo cerrarse emocionalmente justo frente a ella. Sacudió su cabeza.

—Creo que me das demasiado crédito. Además, habría sido un verdadero idiota si te hubiera dejado sola cuando estabas enferma. —Se levantó del suelo y arrojó el trapo al tocador.

Mordiéndose el labio, Lali se dio cuenta de que esto era, probablemente, lo mejor que iba a obtener de él, solo el suficiente cuidado y preocupación para evitar que su conciencia le carcomiera. Nunca iba a ser suficiente para hacer que la amara o se comprometiera. Simplemente tenía que aceptar ese hecho para poder cuidar su corazón. Solo podía entregarse físicamente, a pesar de que esperaba desesperadamente que esa intimidad física pudiera llegar a ser más emocional para Peter.

Así que respiró hondo y se levantó del suelo.

—Voy a tomar una ducha.

Se dio la vuelta, sorprendido.

—¿Crees que estás bien para eso?

—Las náuseas y el vómito nunca duran mucho tiempo. Me siento mejorahora. —Sonrió—. ¿Quieres unirte a mí?

—¿Estás segura?

—No estoy haciendo ninguna promesa. —Retiró la cortina de la ducha y abrió el grifo—. Además, los necesitamos estar listos para salir en un rato porque espero que me compres algo de desayunar. Ya sabes, por embarazarme y eso.

Él sonrió.


—Creo que puedo hacer eso.


CONTINUARÁ...

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