—Creo que ella tiene razón, ¿no? Pero un día vas a entender lo que se
siente ser dejado a media asta por una chica.
—¡He oído eso! —dijo ella cuando cerró de golpe la puerta del
refrigerador.
Después de calentar la fórmula, regresó a la sala de estar cuando
Mason comenzó a ponerse inquieto de nuevo. Peter comenzó a entregárselo pero
ella negó con la cabeza.
—¿Puedes darle de comer mientras voy a preparar su baño?
Él le dedicó una sonrisa juguetona.
—Y si me niego, ¿significa eso que no tendría ninguna posibilidad de
volver a entrar en tus pijamas de Scooby Doo esta noche?
—Yo diría que las probabilidades serían casi nulas.
Peter tomó el biberón de ella.
—Creo que no me haría daño darle de comer. Ha pasado bastante tiempo
desde que una de mis hermanas me obligó a hacer esto, así que estoy un poco
oxidado. Pero tú estás por tu cuenta para el cambio de pañales.
Lali extendió sus manos a las caderas.
—Déjame ver si entiendo. Básicamente, ¿sólo estás alimentando a Mason
no para ayudarme, sino para asegurarte de que vas a echar un polvo esta noche?
—Considero que es una situación ganar o ganar para los dos. —Él miró
hacia abajo a Mason que estaba succionando todo el contenido del biberón—. Y
para él, también.
—Justo cuando creo que te has movido más allá de ser un idiota loco
por el sexo, actúas de esta manera.
Peter arqueó las cejas.
—Todos mis amigos casados me han advertido sobre como tu vida sexual
cae en picado después de tener hijos. Supongo que me estás dando una alerta
temprana, ¿eh?
—¡Eres imposible! —Ella se marchó a su habitación. Después de
deslizarse el interior del baño, abrió el grifo y probó la temperatura del
agua. Una vez que se hubo llenado lo suficiente, cerró el grifo y se dirigió a
la sala. Con Mason en el hueco de su brazo, Peter pasaba los canales con el
mando a distancia en la otra mano.
—¿Lo hiciste eructar?
Apartó la mirada del televisor.
—¿Eh?
Ella puso los ojos y le quitó a Peter el biberón vacío.
—¿Deduzco que nunca hiciste mucho con tus sobrinos y sobrinas cuando
eran bebés?
—No mucho. ¿Por qué?
—Porque una vez que le has dado su biberón a un bebé, debes hacerlo
eructar, o el gas le producirá dolor.
—Bien, haré que eructe. — Peter llevó a Mason a su pecho y palmeó su
espalda.
—Un poco más fuerte —instruyó Lali.
Después de que Peter dio dos golpes rápidos, Mason eructó fuertemente,
y luego escupió abiertamente en su hombro.
—¡Jesucristo! —gritó Peter, mirando con horror su camisa.
—Oh, cálmate. Es solo un poco de escupida.
—Esta es una camisa de cien dólares, La.
—Actúas como si lo hubiera hecho apropósito. —Le dio una caja de
toallas húmedas de la mesa y luego levantó a Mason—. Mientras lo baño, ¿me
harías el favor de poner el corral en mi habitación?
—Sí, lo que sea.
—Gracias.
Mientras iba por el pasillo oyó a Peter gruñendo para sí mismo
mientras se sacaba su camisa. Una vez que bañó a Mason y le puso sus pijamas,
sus ojos estaban pesados. Mirando fuera del baño, vio el corral armado y se dio
cuenta de que Peter había hecho lo que le había pedido. Eso lo redimía un poco
a sus ojos. Meció a Mason por unos minutos hasta que supo que estaba
profundamente dormido.
Cuando salió de la habitación, pensó en el comentario sarcástico de
Peter sobre los bebés y el sexo. Aún estaba irritada por su egoísmo, pero no
quería sacarle la idea del matrimonio y los niños cuando las cosas iban tan
bien entre ellos. Batallando contra ella misma, finalmente dejo que el diablo
en su hombro ganara, en lugar del ángel. Después de todo, le encantaba tener
razón, e iba a mostrarle a Peter que la tenía incluso si era lo último que
hacía.
Fue a su vestidor y abrió el último cajón. Enterrado debajo de
corpiños y bragas había un corsé con tiras finas y ganchos que Candela le había
hecho comprar para las sesiones de hacer bebes. No lo había necesitado. Con sus
bragas negras, definitivamente era la pieza de lencería más sensual que tenía.
Afortunadamente podía desabrochar los últimos botones por su vientre expandido.
—Sip, esto funcionara —susurró. Tomándolo, se apresuró al baño y se
cambió. Cuando se miró en el espejo, no se veía como una futura madre portando
una pancita. Se veía como una mujer sensual.
Caminó por el pasillo. Cuando llego a la cocina, podía oír la
energética voz de un reportero deportivo haciendo eco en la sala de estar.
—Mason se durmió —anunció.
—¿No te dio muchos problemas? —preguntó Peter sin quitar sus ojos de
la televisión.
—No, se fue a dormir como un ángel.
—Eso es bueno.
—¿Quieres una cerveza?
—Sí, eso estaría bien.
Sacó una del refrigerador y caminó lentamente al sofá. Ni siquiera la
miro cuando se la entrego y se sentó. Él la destapó y tomo un sorbo.
—¿Qué estás viendo?
—El juego de los Valientes.
—¿No quieres mejor jugar un juego? —preguntó tímidamente.
Tomó otro sorbo de cerveza antes de mirarla. Mientras sus ojos
viajaban por su cuerpo escupió un poco de líquido de su boca.
CONTINUARÁ...
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