viernes, 26 de septiembre de 2014

La Proposición: Capítulo 62


—Creo que ella tiene razón, ¿no? Pero un día vas a entender lo que se siente ser dejado a media asta por una chica.

—¡He oído eso! —dijo ella cuando cerró de golpe la puerta del refrigerador.
Después de calentar la fórmula, regresó a la sala de estar cuando Mason comenzó a ponerse inquieto de nuevo. Peter comenzó a entregárselo pero ella negó con la cabeza.

—¿Puedes darle de comer mientras voy a preparar su baño?

Él le dedicó una sonrisa juguetona.

—Y si me niego, ¿significa eso que no tendría ninguna posibilidad de volver a entrar en tus pijamas de Scooby Doo esta noche?

—Yo diría que las probabilidades serían casi nulas.

Peter tomó el biberón de ella.

—Creo que no me haría daño darle de comer. Ha pasado bastante tiempo desde que una de mis hermanas me obligó a hacer esto, así que estoy un poco
oxidado. Pero tú estás por tu cuenta para el cambio de pañales.

Lali extendió sus manos a las caderas.

—Déjame ver si entiendo. Básicamente, ¿sólo estás alimentando a Mason no para ayudarme, sino para asegurarte de que vas a echar un polvo esta noche?

—Considero que es una situación ganar o ganar para los dos. —Él miró hacia abajo a Mason que estaba succionando todo el contenido del biberón—. Y para él, también.

—Justo cuando creo que te has movido más allá de ser un idiota loco por el sexo, actúas de esta manera.

Peter arqueó las cejas.

—Todos mis amigos casados me han advertido sobre como tu vida sexual cae en picado después de tener hijos. Supongo que me estás dando una alerta temprana, ¿eh?

—¡Eres imposible! —Ella se marchó a su habitación. Después de deslizarse el interior del baño, abrió el grifo y probó la temperatura del agua. Una vez que se hubo llenado lo suficiente, cerró el grifo y se dirigió a la sala. Con Mason en el hueco de su brazo, Peter pasaba los canales con el mando a distancia en la otra mano.

—¿Lo hiciste eructar?

Apartó la mirada del televisor.

—¿Eh?

Ella puso los ojos y le quitó a Peter el biberón vacío.

—¿Deduzco que nunca hiciste mucho con tus sobrinos y sobrinas cuando eran bebés?

—No mucho. ¿Por qué?

—Porque una vez que le has dado su biberón a un bebé, debes hacerlo eructar, o el gas le producirá dolor.

—Bien, haré que eructe. — Peter llevó a Mason a su pecho y palmeó su espalda.

—Un poco más fuerte —instruyó Lali.

Después de que Peter dio dos golpes rápidos, Mason eructó fuertemente, y luego escupió abiertamente en su hombro.

—¡Jesucristo! —gritó Peter, mirando con horror su camisa.

—Oh, cálmate. Es solo un poco de escupida.

—Esta es una camisa de cien dólares, La.

—Actúas como si lo hubiera hecho apropósito. —Le dio una caja de toallas húmedas de la mesa y luego levantó a Mason—. Mientras lo baño, ¿me harías el favor de poner el corral en mi habitación?

—Sí, lo que sea.

—Gracias.
Mientras iba por el pasillo oyó a Peter gruñendo para sí mismo mientras se sacaba su camisa. Una vez que bañó a Mason y le puso sus pijamas, sus ojos estaban pesados. Mirando fuera del baño, vio el corral armado y se dio cuenta de que Peter había hecho lo que le había pedido. Eso lo redimía un poco a sus ojos. Meció a Mason por unos minutos hasta que supo que estaba profundamente dormido.

Cuando salió de la habitación, pensó en el comentario sarcástico de Peter sobre los bebés y el sexo. Aún estaba irritada por su egoísmo, pero no quería sacarle la idea del matrimonio y los niños cuando las cosas iban tan bien entre ellos. Batallando contra ella misma, finalmente dejo que el diablo en su hombro ganara, en lugar del ángel. Después de todo, le encantaba tener razón, e iba a mostrarle a Peter que la tenía incluso si era lo último que hacía.

Fue a su vestidor y abrió el último cajón. Enterrado debajo de corpiños y bragas había un corsé con tiras finas y ganchos que Candela le había hecho comprar para las sesiones de hacer bebes. No lo había necesitado. Con sus bragas negras, definitivamente era la pieza de lencería más sensual que tenía. Afortunadamente podía desabrochar los últimos botones por su vientre expandido.

—Sip, esto funcionara —susurró. Tomándolo, se apresuró al baño y se cambió. Cuando se miró en el espejo, no se veía como una futura madre portando una pancita. Se veía como una mujer sensual.

Caminó por el pasillo. Cuando llego a la cocina, podía oír la energética voz de un reportero deportivo haciendo eco en la sala de estar.

—Mason se durmió —anunció.

—¿No te dio muchos problemas? —preguntó Peter sin quitar sus ojos de la televisión.

—No, se fue a dormir como un ángel.

—Eso es bueno.

—¿Quieres una cerveza?

—Sí, eso estaría bien.
Sacó una del refrigerador y caminó lentamente al sofá. Ni siquiera la miro cuando se la entrego y se sentó. Él la destapó y tomo un sorbo.

—¿Qué estás viendo?

—El juego de los Valientes.

—¿No quieres mejor jugar un juego? —preguntó tímidamente.


Tomó otro sorbo de cerveza antes de mirarla. Mientras sus ojos viajaban por su cuerpo escupió un poco de líquido de su boca.


CONTINUARÁ...

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