miércoles, 17 de septiembre de 2014

La Proposición: Capítulo 54

—Lo siento, pero tienes treinta y dos años. No has tenido ni una sola relación a largo plazo desde que terminaste con Paula. —Juan sacudió su cabeza con tristeza—. Si soy completamente sincero, podría decir que Paula y Lali me recuerdan mucho la una a la otra. Desde luego no quiero ver a Lali salir lastimada como Paula, especialmente si está llevando a mi nieto.

—Mira, deja de verme como el villano. Lali quería un bebé, así que estuve de acuerdo en ayudarla.

Juan abrió y cerró su boca como un pez fuera del agua. Una vez que tuvo un momento para asimilar las noticias, una sonrisa de diversión curvó sus labios.

—¿Ah, eres como su caballo semental o algo así?

—No es gracioso.

—Lo siento, hijo. No pude resistirme. —Él palmeó el brazo de Peter—.Dejando las bromas de lado, solo quiero que pienses largo y tendido sobre lo que estás haciendo. Puedo ver que te preocupas profundamente por Lali, y ella lo hace también por ti.

Peter se movió en su silla y se quedó mirando fijamente sus manos.

—No sé cómo me siento.

—Sabes lo que tu madre diría ¿cierto?

Hundiéndose rápidamente en la arena movediza de las palabras de su padre, Peter se deslizó de su silla y fue a servirse un trago. Sacó el whisky escocés del gabinete.

—No la metas en esto. Ella me fastidió lo suficiente. Siempre preguntándome por qué rompí el corazón de Paula, o por qué no sentaba cabeza, o me casaba con una chica agradable por la iglesia, y tenía un montón de niños. —Convenientemente no mencionó la parte donde ella le había hecho prometer en su lecho de muerte tener hijos algún día.

—No te das cuenta hijo que ella sabía lo que realmente te haría feliz.

Peter frunció el ceño.

—Pero ella nunca vio mi verdadero yo, ella solo creía ver las partes buenas.

Si ella se hubiera detenido a pensar acerca de eso, se hubiera dado cuenta que nunca querría estar atado o atascado con la misma mujer día tras día.

El dolor irradiaba de los ojos de Juan.

—¿Eso es lo que piensas de los cuarenta y cinco años que estuve con tu madre?
Peter echó su cabeza hacia atrás y se quedó mirando la mancha de agua en el techo del comedor. Deseó nunca haber respondido su teléfono y aceptado ir allí. Pero sobre todo, deseó nunca haber pensado que traer a Lali con él sería una buena idea. Ella había tenido razón cuando anticipó que su presencia traería un momento o de cuestionamiento largo y detallado. Peter suspiró y miró hacia su padre.

—No papá, eso no es lo que pienso. Pero nosotros somos personas diferentes.

—Lali podría ser lo mejor que te ha pasado alguna vez.

Un resoplido brotó de los labios de Peter.

—¿Cómo demonios sabrías eso? Has estado con ella solo por una hora.

—Puedo ser un anciano, pero no estoy ciego. Ella es el paquete completo, hijo. Es hermosa tanto por dentro como por fuera. ¿Cómo puedes no estar maravillado con lo especial que es esa mujer? Porque si yo tuviera tu edad, haría todo lo que estuviera en mi poder para hacerla mía, sobre todo si está llevando un hijo mío.

Peter abrió su boca para protestar, pero por el sonido de crujido de la puerta del baño, él la cerró.

—Ni una palabra —le susurró a su padre. Cuando Lali apareció, su rostro era claramente el de un fantasma excepto por el rubor de vergüenza en sus mejillas. Se sentó en su asiento y miró con vacilación a través de la mesa hacia Peter.

—¿Estás bien? —preguntó.

Ella le dio una sonrisa débil.

—Estoy bien. —Luego se volteó hacia Juan —. Señor Lanzani, siento mucho haber arruinado el almuerzo de esta manera.

Él levantó su dedo índice silenciándola.

—No hiciste tal cosa. —Caminó a través de la mesa para apretar su mano—. Además, le hace bien al corazón de un hombre viejo escuchar que va a ser abuelo otra vez.

—¡Mierda, papá, dije que ni una palabra! —exclamó Peter mientras los ojos de Lali se abrían como platos.

—¿Le dijiste? —demandó ella.

Juan sacudió la cabeza.

—Ahora no te enojes con él. Yo lo supuse. Cuando mi esposa estaba embarazada de Peter, sufría terriblemente con las náuseas matutinas, bueno, nosotros bromeábamos llamándolo las náuseas de todo el día porque no eran solamente en las mañanas. Y los olores la molestaban terriblemente.

Lali apretó su abdomen.

—Es terrible.

—Si yo fuera un hombre apostador, apostaría un buen dinero a que vas a tener un niño. Después de todo, mi esposa solo experimentó esos síntomas con Peter.


Lali sonrió soñadoramente.


CONTINUARÁ...

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