viernes, 19 de septiembre de 2014

La Proposición: Capítulo 56


—Para mi nieto —dijo, entregándole la caja a Lali.

Ella deslizó su mano libre en su cadera y lo desafió:

—¿Y qué, si es una niña?

—Confía en mí en esto. —Cuando Lali resopló en señal de protesta, Juan se rio—. Está bien, está bien. Funcionará para mi nieta también.

Lali abrió la tapa de la caja. Peter se inclinó hacia delante mientras ella suavemente apartaba el papel de seda. Un grito escapó de sus labios. Con cuidado, sacó el ropón de bebé blanco con encaje y perlas intrincadas.

—Es hermoso.

—Es el ropón de bautizo de Peter —dijo Juan.

Peter contuvo el aliento. Las palabras de su padre, junto con Lali sosteniendo un pedazo de su pasado le hicieron sentir como si hubiera recibido un puñetazo en el estómago. Si había alguna duda de cómo se sentía su padre sobre Lali y su hijo, se consolidó por el pequeño ropón en sus manos. No estaba del todo seguro de que estaba listo para este nivel de emoción y compromiso.

—Papá, Lali ni siquiera es católica —protestó Peter.
Sin apartar los ojos de Lali, Juan negó con la cabeza.

—Ella me puede complacer y bautizar al bebé sin embargo.

Lali se mordió el labio inferior.

—La verdad es que soy Bautista. —Ante la abrupta respiración de Juan, ella levantó la mano—. Pero considerando que tú y Peter son católicos y el bebé será medio católico, supongo que podría. Si eso significa tanto para ti.

Una amplia sonrisa se formó en el rostro de Juan.

—Claro que lo haría.

—Entonces sería un honor.

—Gracias, cariño. —Juan abrazó a Lali, apretándola con fuerza—. Gracias sobre todo por ser una hermosa luz en el mundo... y en la vida de mi hijo.

Peter miró a su padre con horror. ¿Había perdido el juicio? Lali no era una luz en su vida... ¿lo era? Trató de ignorar las lágrimas brillando en los ojos marrones de Lali cuando se quitó los brazos de Juan. Ella lo besó tiernamente en la mejilla.

—Gracias por querer ser parte de la vida de mi bebé.

El continuo intercambio de emociones entre su padre y Lali lo hizo sentir como si todo el aire de la habitación hubiera sido succionado. Simplemente inhalar y exhalar hizo que su pecho se sintiera como si un luchador de Sumo se agolpara sobre él. Una hermosa luz en la vida de mi hijo se seguía repitiendo una y otra vez en su mente.

Muy dentro de él, una voz estuvo de acuerdo con su padre. Lali lo hacía arder en deseos un minuto y reír al siguiente. La forma en que interactuaba con Beau y sus sobrinos tiró de su corazón. Era el tipo de mujer que si él se encontraba mal físicamente, estaría allí para cuidarlo, y si él caía en tiempos difíciles emocionalmente, ella sería su roca. ¿Cómo había sido tan jodidamente ciego?

La mirada de Peter escudriñó salvajemente la habitación. No, él solo tenía que salir de la habitación de sus padres, de la casa de su padre, y luego tal vez podría pensar.

Se aclaró la garganta.

—No me gusta ser un aguafiestas, pero realmente tenemos que irnos. Tengo mucho de que hacerme cargo después de haber estado ausente el último mes.

Juan asintió.

—Entiendo, hijo. Estoy tan contento de que hayas venido. —Le sonrió a Lali—. Que ambos hayan venido.

A Peter le tomó un momento antes de que fuera capaz de decir:

—Yo también.

Lali agarró el ropón de bautizo contra su pecho mientras arrastraba a Juan fuera de la habitación. Peter los siguió de cerca.

—Ahora que nos conocemos, no hay razón para que seas una extraña. Ya sabes donde vivo, por lo que no tienes que depender de Peter para venir.

Jesús, dos horas con la chica y su padre ya le estaba dando a Lali acceso completo para venir cada vez que se le diera la gana. Por lo que sabía, su padre llevaría todos los álbumes de fotos familiares o sus viejos anuarios de secundaria para entretener a Lali. Qué pesadilla.

Juan le dio a Lali un último abrazo antes de pasar a Peter.

—No seas un extraño.

—Lo intentaré.

Cuando Lali empezó a bajar los escalones del porche, Juan agarró el brazo de Peter.

—¿Al menos tratarás de considerar algunas de las cosas que hablamos? —le preguntó, en un susurro.
—Lo intentaré, Pa. Realmente lo haré.

Juan sonrió.


—Bueno. Me alegro de oír eso.


CONTINUARÁ...

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