—Un niño sería maravilloso, pero sería igual de feliz con una niña,
siempre y cuando él o ella este sano eso es todo lo que importa.
Juan palmeó su mano.
—Oh, pero tú necesitas un niño. De esa manera el apellido de la
familia Lanzani continuará. —Él se volteó hacia Peter—. Estás planeando darle
tu apellido al bebé, ¿cierto?
—¡Jesucristo, papá! Relájate.
—Soy un acérrimo católico irlandés, hijo, no voy a ceder en la
legitimidad de mi nieto.
Peter sintió la sangre drenarse de su rostro. Inmediatamente alcanzó
su copa y se tomó de un trago el resto de su whisky escocés. Debido al continuo
escrutinio de su padre, se movió en su silla.
—Bueno Lali y yo no lo hemos discutido.
—¿No quieres llevar el nombre de nuestra familia? — Juan dirigió su intensa
mirada hacia Lali—. Yo fui el único hijo de mis padres, y solo tuve un hijo.
Tengo cinco nietos y un bisnieto, nuestro apellido morirá con Peter.
—Oh, vamos, papá, no es como que yo seré el último de los Lanzani. ¡El
abuelo Félix tuvo siete hermanos! —argumentó Peter.
Juan cruzó los brazos sobre su pecho enfurruñado.
—Bien entonces. ¡Si tú no le vas a dar al bebé el apellido, le daré el
mío!
Cuando Lali chilló en frente de él, Peter supo que estaba molesta por
la tensión manifiesta entre los dos hombres de carácter fuerte que estaban
frente a frente.
—¿Podrías por favor terminar con esto? La estas asustando.
La expresión de Juan se suavizó inmediatamente.
—Lali, lo siento mucho si te ofendí o te hice enojar. Soy fieramente protector
de mi familia, y ahora que estás llevando a mi nieto, eres parte de ella.
Peter observó mientras la expresión de Lali cambiaba de aprensiva a positivamente
radiante.
—Es muy dulce de tu parte preocuparte por mí. Mi bebé será muy afortunado
de tenerte como abuelo. —Tomó aire—. Pero antes de quedar embarazada, Peter y
yo pusimos parámetros muy claros sobre cuál sería su papel.
—¿Entonces te opones a que el bebé tenga su apellido? —demandó Juan.
—Bueno, no… quiero decir, no me importaría. —Antes que Peter pudiera
detenerse, frunció el ceño hacia Lali a través de la mesa. Ella
rápidamente sacudió su cabeza—. Pero no quiero presionar a Peter a nada. Sin
ofender, Juan, pero tú lo pondrías en su lugar. No quiero que Peter se sienta
incómodo.
Juan carraspeó y se inclinó hacia atrás en su silla.
—Bien entonces. Yo solo soy un viejo anticuado, fuera de contacto, un viejo
chiflado. —Lali soltó una risita.
—Aw, no lo eres. En realidad, me recuerdas mucho al padre de mi madre.
Él realmente ha sido más que una figura paterna para mí después que mi padre murió.
Mi abuelo es muy tradicional y anticuado. Y bastante fácil de llevar hasta que
te metes con su familia.
—Suena como mi tipo de hombre.
—Pienso que ustedes dos se llevarían muy bien. Él compartió tus mismas
preguntas y preocupaciones cuando supo que estaba soltera y embarazada. — Lali
giró la servilleta en su regazo—. En realidad, él tuvo un buen número de palabras
escogidas para mí.
Peter experimentó una punzada de proteccionismo ante la incomodidad de
Lali.
—No me dijiste eso.
—Ahora todo está bien. De hecho, él es realmente muy creativo en todo lo
relacionado con el trabajo en madera, y está tallándole al bebé un caballito de
madera.
—Es una buena manera de hacer las paces —reflexionó Juan.
Lali sonrió.
—Sí, lo es.
Juan parecía pensativo. Luego se puso de pie.
—Vamos, Lali, hay algo que me gustaría que tú y el bebé tuvieran.
Él le tendió su mano y Lali sonrió, deslizando la suya en la de él. Peter
observó mientras la sacaba del comedor hacia el pasillo. Se sentó aturdido, sin
creer el efecto que Lali tenía en su padre. Peter no lo había visto tan animado
en meses. Era como si ella hubiera traído una pieza de él que estaba muerta y
hubiera vuelto a la vida, algo que ni siquiera él o sus hermanas habían sido
capaces de hacer.
La curiosidad lo hizo levantarse de su silla y seguirlos. Los encontró
en la habitación de sus padres. Lali estaba de pie en medio de la habitación,
mirando fijamente al armario-vestidor. Un ruido como de algo siendo arrastrado
venía desde el interior, y Peter escuchó a su padre maldecir en voz baja.
Finalmente, Juan apareció con una caja amarillenta desvanecida con el tiempo, y
una sonrisa radiante en su rostro.
CONTINUARÁ...
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